No para y no tiene intención de hacerlo. Hablamos de Neil Young y su nuevo disco, el número treinta y ocho de su carrera, en esta ocasión de nuevo con la banda de Lukas Nelson, Promise of the Real, con los que ya firmó el acertado The Monsanto Years (2015) y el disco en directo Earth (2016). Y viene de emocionarnos con la recuperación de uno de sus discos perdidos, del que también dimos cuenta en Los Restos del Concierto, como es Hitchhicker (2017), y no hace mucho tiempo que publicó el más irregular Peace Trail (2016). Claro que, como hemos comentado en no pocas ocasiones, tanta productividad también se realiza sin mucho control de calidad y en ocasiones se nota que la cosa no está muy pulida, cuando no cae en el desastre, de los últimos tiempos destacan en esa dirección tanto Storytone (2014) como los dos primeros volúmenes de sus memorias, para el tercero que no cuente con nosotros. Pero somos muy de Neil Young en Los Restos del Concierto y siempre nos gusta escuchar materiales nuevos, aunque luego nos deje un poco de aquellas maneras. Vale que seguramente su último disco más recomendable con material nuevo fuese el que publicó con Crazy Horse en 2012, Pyschedelic Pill, seguido del ya mencionado The Monsanto Years, pero esperábamos con ganas si Young iba a lanzarse a por Donald Trump, y parece que por momentos quiera emular el Living with War (2006) con el que criticó las políticas de George W. Bush, pero aquel trabajo tenía mucha más enjundia que este The Visitor que tiene algunos aciertos pero que te deja un poco indiferente por momentos, y que no llega al punto de su primera aventura con Promise of the Real.
Y eso que el comienzo no es malo, aunque tampoco para volverte loco, ‘Already Great’ va a por Trump tomando en consideración el lema de su campaña, ‘Make America Great Again’, con un tono épico, guitarras corrosivas y un estribillo con el ‘No wall, No hate, No fascist USA’. La apuesta sigue en esa dirección, con un sonido épico, con coros poderosos, con un Young que frasea, en ‘Fly by Night Deal’, que casi se acerca al Living with War. Pero el tono desciende en una intrascendente ‘Almost Always’, canción pausada basada en una melodía reconocible, armónica incluida. El tono reivindicativo y épico sube de nuevo con ‘Stand Tall’ pero no acaba de ganarte. Y en ‘Change of Heart’ es otro medio tiempo que tampoco te acaba de llenar.
La segunda parte comienza con la extensa ‘Carnival’, más de ocho minutos, donde se muestra más experimental, incluso suenan algunas reminiscencias diferentes, pero tampoco es un tema redondo, puede que incluso lo alargue demasiado, aunque también tiene algunos destellos, especialmente al comienzo. En ‘Diggin’ a Hole’ se encamina hacia el Blues en una canción que apenas supera los dos minutos y medio y con una letra que no está entre lo mejor de Young. ‘Children of Destiny’, tema bastante crítico y político de nuevo y que presentó a comienzos de julio, es más complejo, tira de toda la fanfarria posible con sección de viento, cuerdas y coros, ritmo incluso marcial en algunos momentos, consiguiendo uno de los mejores cortes del disco a pesar de un cierto barroquismo. En ‘When Bad Got Good’, tema con mensaje, parece retornar a esos tonos Blues anteriores pero tampoco convence, quedándose en los dos minutos. Menos mal que se guardaba para el final un tema como ‘Forever’, aquí sí que encontramos a un Young mucho más inspirado, con ese tono confesional sustentado en sonidos acústicos.
En fin, no le quitamos mérito a Neil Young y se agradece la capacidad que tiene de estar siempre dispuesto a dar guerra, aunque en este caso le haya quedado un disco irregular que, eso sí, va ganando algo de poso con las escuchas. Seguro que no tarda mucho en sorprendernos con otra novedad.