Nuestro grupo podría ser tu vida, de Michael Azerrad, Editorial Contra, 2013
La Editorial Contra está empeñada en traernos libros icónicos de la música en general, y del rock and roll en particular. Y nosotros no podemos estar más agradecidos. El libro que nos atañe es un clásico en este sentido, por su relevancia. Publicado originalmente en 2001, doce años después podemos disfrutar en castellano de la construcción del relato que Michael Azerrad realiza de la creación de la escena underground e indie en la década de 1980 en EEUU. Azerrad describe el proceso, incorporando pinceladas sociológicas, e insertándolo en un contexto más amplio. Una de las cuestiones más interesantes es el método que emplea, al analizar trece bandas características del periodo y, como él señala, seguir su trayectoria desde sus inicios bien hasta su desaparición o bien hasta su fichaje por una major. El autor se posiciona, de forma fundamentalista además, del lado de un idealismo que se reparte entre una fe a prueba de bombas en los principios de los protagonistas, y un «hacer de la necesidad virtud», que tampoco deja de estar presente, posiblemente en mayor medida de lo que al autor le gustaría. Y todo ello enmarcado en una crítica al sistema de la industria musical, a los grandes sellos e incluso a aquellos grupos y artistas que se pasaron al «lado oscuro» (les da palos, algunos más sutiles, otros más directos).
Lo primero a destacar es la selección de los grupos. A la gran mayoría, muchos de ellos no les sonarán de nada. Sí que Sonic Youth, Mudhoney, The Replacements o Dinosaur Jr. son reconocidos por parte del público que nos adscribimos al grunge, al indie y demás, fruto de todo lo que describe Azerrad. Otros son conocidos porque son mencionados como referentes por grupos y artistas que nos gustan: Black Flag, Hüsker Dü, Big Black o Fugazi. Y de The Minutemen, Mission Of Burma, Minor Threat, Butthole Surfers y Beat Happening no había oído hablar en mi vida, o no lo recuerdo.
La historia se va trazando como una red, como un compendio de contactos y encuentros en los que participan personas y colectivos muy dispersos geográficamente, lejos de estos tiempos de Internet. Hay espacio y lugar para California y New York, epicentros de la cultura norteamericana; para grandes urbes como Boston y Chicago; pero también los hay para el Washington D.C. de Minor Threat, que no debía ser el mejor lugar del mundo; para el Mineápolis de Hüsker Dü y de The Replacements, casi sacado de una película de los Coen; para el Texas de los imposibles Butthole Surfers; o para la pequeña Olympia en el Estado de Washington (el de Seattle) de los improbables Beat Happening. En definitiva, un mapa de Estados Unidos, una escena donde todos se iban conociendo y contactando a través de una industria alternativa (sellos, locales, etc.) basadas en el «hazlo tu mismo» del punk, llevado al límite. Hay momentos en el libro de una ingenuidad desbordante, pero también de la duda de cómo pudo sobrevivir toda aquella gente en unas condiciones de vida y existencia muy alejadas de la imageniería del mundo del espectáculo.
La escena comienza en el hardcore californinano de los Black Flag, y va atravesando el territorio de Estados Unidos a medida que se diversifican los estilos y las propuestas se van ampliando, desde el rock más tradicional de The Replacements, el naciente grunge de Mudhoney, los minimalistas y naif Beat Happening o los inclasificables Butthole Surfers. Por la década desfilan auténticos representantes del indie y el underground como Henry Rollins cuando se enrola en Black Flag; Steve Albini que crea los Big Black; Mark Arm, que funda Green River con Stone Gossard y Jeff Ament y, cuando se separan, sigue con Mudhoney; Bruce Pavitt y Jonathan Poneman de Sub Pop. Los sellos también serán protagonistas destacados del libro, como SST de Greg Ginn de Black Flag, y donde publicarán gran parte de estos grupos; Touch & Go, con Big Black y Butthole Surfers; o el Dischord de Ian MacKaye (Minor Threat y Fugazi); además del mencionado Sub Pop, entre otros.
La gran mayoría de los personajes del libro eran unos raros, personas que estaban fuera de los cauces del sistema o se autoexcluían. Y era un mundo muy masculinizado, en todos estos grupos sólo hay espacio para tres mujeres: Kim Gordon (Sonic Youth), Heather Lewis (Beat Happening), y Teresa Taylor (Butthole Surfers), y muy poquitas referencias más. Hay historias para todos los gustos, hay una ética y una estética, hay excesos de drogas y alcohol, había mucha ingenuidad, mucha hambre y mucha precariedad…Las historias van cayendo y te quedas con la autodestructiva historia de los grandes The Replacements; te impacta alguien que sigue al pie del cañón con su filosofía como Ian MacKay, que primero crea Minor Threat y el estilo de vida «Straight Edge» (no alcohol, no drogas), y luego los venerados Fugazi, con una ideología imponente y con un convencimiento abrasivo, referentes para grandes iconos del rock como Eddie Vedder (momento que aprovecha Azerrad para lanzarles una pulla por venerar a un grupo que sí ha seguido fiel a sus ideales, cosa que ellos no, vendiéndose al sistema); es imposible no emocionarte con el grado de politización de The Minutemen; con la evolución de Mudhoney o con la historia de Hüsker Dü…
Y hay espacio para personajes con los que es más difícil empatizar, como por ejemplo Steve Albini (Big Black), Henry Rollins o Joe Mascis de Dinosaur Jr. Muchas de estas bandas, que hicieron música rápida y ruidosa, no tuvieron una vida muy larga, pero generaron los cimientos del indie que capitalizó la primera mitad de la década de los 90, con ese terremoto que fue «Nevermind». Como unas «consecuencias no queridas de la acción» en términos weberianos, lo que crearon fue engullido por el mainstream y la industria, llevándose por delante su filosofía del «do it yourself» y perdiendo su esencia, salvo los pocos supervivientes. Como dice Azerrad: «La revolución, en gran parte, había tenido éxito, pero resultó que la lucha había sido mucho más divertida que la victoria» (¡como tantas veces!).
Michael Azerrad construye un libro fascinante, y sacraliza a una generación de músicos, a una ética y una ideología, opuesta a la gran industria. Podríamos discutir horas y horas sobre esta cuestión, podríamos decir que también hay bandas que tienen una ética a pesar de estar en una major, podríamos decir que no todo fueron cosas bonitas en este mundo underground, y podríamos cuestionar incluso algunas propuestas, pero no cabe duda que Michael Azerrad ha construido un gran libro, recomendable para todo fanático de la música. Bandas que hicieron mucho, pero mucho, ruido y cuya historia merece la pena conocer. Imprescindible.