Old Records Never Die. One’s man quest for his vinyl + his past (Plume, 2016) (Los viejos discos nunca mueren. La búsqueda de un hombre de sus vinilos y su pasado) es uno de los libros más divertidos que me he leído en los últimos tiempos, pero también de los que te dejan un poso amargo. Eric Spitznagel es un periodista cuarentón que entra en una crisis existencial pero, en vez de dedicarse a otras cosas que supuestamente se hacen en esos periodos (como por ejemplo comprarse un coche), se dedica a intentar recuperar los vinilos originales suyos de los discos que le marcaron en su adolescencia y primera juventud. Apasionado de la música, el autor se había desembarazado de sus viejos discos una vez que, primero el CD y luego los nuevos dispositivos, sustituyeron a ese querido y valorado formato (aunque yo no me puedo identificar con ello, nunca tuve vinilos). Cualquier fanático y ‘enfermo’ de la música (nos incluimos) puede sentirse identificado con Spitznagel en la valoración que hace del objeto en sí, esa especie de fetichismo que nos lleva a saber todo sobre nuestros discos o CDs, cuándo y dónde los compramos, a tenerlos en un orden compulsivo y a considerarlos algunos de nuestros tesoros más preciados. Sí, es lo que somos. Aunque Spitznagel lo va a llevar un paso más allá, demostrando el poder de la música para articular los recuerdos y la nostalgia. Porque lo que demuestra el libro de Spitznagel es algo que sabemos, que asociamos canciones y discos a muchos acontecimientos, recuerdos y sentimientos.
El libro se abre con un brillante prólogo de Jeff Tweedy (Wilco) para dar paso al relato de Spitznagel que, tras entrevistar al batería Questlove (The Roots) y hablar precisamente de las colecciones de discos y contarle que se había desembarazado de la suya, decide ir a recuperar una serie de vinilos que eran muy significativos para su vida, pero los que eran suyos, no otras copias. Los discos que decide buscar son Exile in Guyville de Liz Phair, Let it Bleed de The Rolling Stones, Alive II de KISS, Band on the Road de Paul McCartney and Wings, Rain Dogs de Tom Waits, Sign o’ the Times de Prince (que estaba en una funda de New York Dolls), Let it Be de The Replacements y añade de Bon Jovi el Slippery When Wet por el recuerdo a una primera novia en la adolescencia/juventud.
La búsqueda de estos discos, que no vamos a desvelar cuáles consigue y cuáles no, lleva a Spitznagel a rememorar su vida en un ejercicio de nostalgia que le lleva a sus padres, a la casa donde creció, a sus años de adolescencia, de Universidad, etc. Spitznagel aparece como un personaje que tiene que elegir qué vida llevar, tiene mujer y un hijo pequeño, o responsabilizarse o seguir viviendo una vida menos estructurada de la que esta aventura será su colofón. De hecho, el libro en ese sentido tiene su momento de caída y redención en especial a la sufrida familia, sobre todo su mujer, cuando acepta encauzar su vida por el supuesto ‘camino correcto’.
Es un trabajo también deudor del High Fidelity de Nick Hornby, hay menciones incluso a la película que protagonizó en su momento John Cusak. Hay momentos muy divertidos e interesantes como cuando acude a las ferias de discos, la desazón que le produce el camino que han llevado las tiendas de discos (su práctica desaparición y la sustitución de los objetos físicos por los nuevos formatos), su vuelta a su antigua Universidad, la visita a una antigua novia, o uno de las mejores situaciones que es cuando va a ver un concierto de reunión de The Replacements, etc. Sin embargo, también es un trabajo que tiene su punto de irregularidad, con algunos momentos menos conseguidos, aunque eso no le quita mérito a este libro que se lee rápidamente.
En definitiva, si eres coleccionista de discos, en formato físico (vinilo o CD), este es un libro con el que te vas a sentir identificado y en el que te vas a reconocer, y que te llevará a hacerte algunas de las preguntas que se hace Spitznagel, y a buscar respuestas, las cuales van a estar siempre en los recuerdos y en la nostalgia, pero en sentido positivo.