Foo Fighters, «Medicine At Midnight»

Por causas obvias, el décimo álbum de estudio de los Foo Fighters tuvo que permanecer un año en la nevera. Finalizado en febrero de 2020 no ha sido hasta el mes pasado cuando lo pusieron a la venta, si bien se habían ido colando canciones y sensaciones que daban una idea de lo que podía contener.

Y efectivamente, este nuevo disco es un juego entretenido y variado que suma a la esencia de la banda algunas de las canciones más bailables y poperas de su carrera, un conjunto que pierde en potencia y gana en colorido con respecto a la mayoría de sus trabajos; un resultado que no satisfará a todos ni tampoco se incluirá en el hipotético top de una carrera que lleva diez años pegada a la cola del fantástico ‘Wasting Light’, pero que genera energía del modo que la banda de Dave Grohl sabe como pocos.

Convertidos en sexteto con la incorporación en 2017 de Rami Jafee, se hacen notar sus teclados así como la innegociable rotundidad de las guitarras y más ritmo que nunca especialmente en los cortes más bailables. Repiten con Greg Kurstin en la producción, un seguro de potencia que en esta ocasión también recurre a coros y cuerdas para añadir cuerpo, variedad y emoción.

Con Making a Fire dan muestra de un rock ensanchado en los coros, a la vez que melódico, para a continuación poner la sección rítmica al frente en una Shame Shame a la que las cuerdas aportan una emotido gravedad. Cloudspotter baja el tono general manteniendo la emoción en el estribillo antes de la destacada Waiting on a War, que se abre en acústico y crece hasta la orquestación final, para relajarse y retomar la senda del baile en Medicine at Midnight. Recrudece guitarras y percusiones en No Son of Mine, seguida de Holding Poison, suerte de powerpop endurecido en la que ganan protagonismo los teclados, al igual que en la balada emocionante Chasing Birds, antes de acelerar en el cierre con la divertida y pletórica Love Dies Young.

No es su colección más inspirada pero tampoco entregan menos de lo esperado. A estas alturas es más que admirable comprobar la infecciosa energía que conservan y no cabe duda de que les sigue funcionando la fórmula por más que la reutilicen con mínimas variaciones. Un disco de escucha fácil y contagio efectivo que contentará a quienes se le acerquen sin mayores expectativas ni miramientos.

Taylor Swift, «Evermore»

A Taylor Swift no la esperábamos hace unos meses con su ambiental y atmosférico Folklore, del que ya dimos cuenta en Los Restos del Concierto. El giro de Swift hacia la legitimidad «Indie Folk» con ese tono introspectivo fue muy bien valorado por la crítica y se rodeó de gente como Bon Iver, Aaron Dessner de The National y Jack Antonoff. La vaporosidad que transmitía el disco encajaba con la imagen de una Swift imbuida en un paisaje idílico pero en blanco y negro en la portada e imágenes del disco. Pero, si Folklore sorprendió, más lo hizo que unos pocos meses después Swift publicase una continuación como Evermore. Si una de las cuestiones que se podía decir de Folklore era su extensión y reiteración en algunos momentos, quedaba demostrado que Swift tenía más canciones. Con un cambio de tonalidad de la portada hacia el color, pero sin dejar el tono introspectivo y la mirada «Indie Folk», Swift incidía en esa línea aunque es cierto que asumía una mayor luminosidad. Repetían Aaaron Dessner y Jack Antonoff en la composición y en la producción, aunque el mayor peso recaería en el primero. De The National llegarían Bryan Dessner y Matt Berninger para colaborar en el disco (que firman la misma como The National), también aparecen Haim y Marcus Mumford de Mumford & Sons, repitiendo Bon Iver como una de los soportes principales. Si Swift tenía claro que «el que da primero, da dos veces», aquí ya ha dado en dos ocasiones y Evermore completa una jugada inteligente. De nuevo, se va a un disco extenso de casi setenta minutos y con diecisiete canciones en la versión ampliada, casi nada.

«Willow» comienza con el minimalismo que será de nuevo seña de identidad del disco pero con una voz de Swift más luminosa, fraseando por momentos, en lo que es una de las mejores canciones del disco. En esa misma línea se inserta «Champagne Problems» que ahonda en una mayor cristalinidad. «Gold Rush» es una de las pocas aportaciones en la que participa Antonoff, escorándose hacia un Pop más acompasado. En «Tis the Damn Season» retorna al sonido más ambiental de Folklore, tono más atmosférico que se observa incluso en su voz. Y este hecho se lleva a una mayor introspección en «Tolerate It». En «No Body, No Crime» colaboran Haim, una canción de nuevo más Pop pero también con un punto de oscuridad siendo un tema muy logrado. En «Happiness» se va más allá de los cinco minutos para regodearse en una suerte de crepuscularidad. Pero con «Dorothea» demuestra saber moverse en esa ambientación más luminosa, jugando con las tonalidades de su voz, y creando una canción muy elegante. Para «Coney Island» cuenta con The National, lo que acaba siendo una canción muy de la banda en su última época, muy atmosférica y ambienta, con fraseos y un Matt Berninger como muy ensimismado. En «Ivy» hay una vuelta al Pop pero sin dejar de lado el minimalismo.

«Cowboy Like Me» es más pausada y melódica, con el piano como protagonista. «Long Story Short» tiene bases más electrónicas, es de nuevo una vuelta al Pop, jugando con las dos tendencias del disco. Por su parte, «Marjorie» apuesta por el sonido crepuscular y se va a la intensidad, modula su voz, susurra casi, y mezcla también algún elemento más electrónico. «Closure» es una de esas canciones minimalistas que van quedando como muy superficiales. Pero, el final del disco lo deja para «Evermore» con Bon Iver, una cancionaza que comienza de forma melancólica y van combinándose las voces de Justin Vernon y Taylor Swift para una canción ascendente, muy de Bon Iver también. Hay dos temas extra como son «Right Were You Left Me» que es una canción intensa de nuevo, que crece. Y cierra con «It’s Time to Go», más convencional y centrada en el mensaje.

Taylor Swift ha firmado en pocos meses un nuevo disco como es este Evermore que, en la línea de Folklore, añade otros matices. No deja la vaporosidad y el intimismo que destilaba el primero, pero no es menos cierto que tiene un punto de mayor terrenalidad. Swift ha seguido con su apuesta muy poco tiempo después. El pero, lo mismo que en la otra ocasión, que igual son discos excesivamente largos por momentos, en los que te puedes perder, o con algunas canciones más intrascendentes.

 

 

 

A Prince no le paraba nadie: cuatro décadas de «Controversy»

Volvemos a Prince en Los Restos del Concierto, una presencia constante a través de sus reediciones y de los discos que van saliendo de su catálogo. El caso es que ahora nos vamos a 1981, al cuarenta aniversario de su cuarto disco, Controversy. Para ese año, Prince ya iba lanzado con paso firme a disco por año. El genio de Minneapolis había debutado tímidamente con For You (1978), seguido con un Prince (1979) que tiraba ya de la sexualidad y sensualidad, y ya se lanzaba del todo con Dirty Mind (1980). No estaba nada mal pero en 1981 llegaría el siguiente paso con el Controversy que nos ocupa con el que incidía en su sonido de Funk, Rock y sonidos electrónicos que le seguían consolidando como una de las grandes sensaciones de la década que acababa de comenzar. Para la portada, Prince había pasado de la provocación de su disco anterior y aparecía retratado con esa mirada de seguridad y ese look tan característico suyo. El disco solo contaría con el acompañamiento de Lisa Coleman, que luego formaría Wendy & Lisa, y los miembros de The Revolution Bobby Z. y Dr. Fink de The Revolution, que participarían en «Jack U Off». El resto, como en muchas ocasiones, a cargo del propio Prince. Controversy es un discazo y adelanta lo que vendrá después que ya es historia de la música popular. Un disco que incide también en esa visión de Prince de la sexualidad, la provocación y una postura muy hedonista propia del comienzo de la década de los ochenta.

Para comenzar, los más de siete minutos del «Controversy» que da título al disco, una de sus barbaridades en las que mezcla el Funk, el Rock y esos teclados electrónicos futuristas ya señalados. Poderosamente adictiva, su ritmo se te clava y ya no te suelta, una canción que también tuvo sus dosis de polémica por su letra. Luego llega «Sexuality» en la que acentúa el falsete, seña de identidad del disco, con un Funk que tira hacia el Rock más clásico con el sonido de la guitarra y con sus fraseos. En «Do Me, Baby» se va por encima de los ocho minutos en una balada muy sensual, muy de las suyas, intensa y muy poderosa. Y «Private Joy» va hacia el Pop, un sonido más luminoso sin dejar de lado los sintetizadores y con un punto Disco que hace que entre directamente.

«Ronnie, Talk to Russia» es una canción muy de la época, canción de menos de dos minutos que es un alegato al presidente Ronald Reagan para que dialogase con la URSS, con un tono muy Rock. «Let’s Work» es otro tema de sonido Funk futurista con influencias de la New Wave, con los sintetizadores de nuevo como elemento predominante. En cuanto a «Annie Christian», es la canción menos conseguida del disco en comparación con el resto, igual tiene un punto más experimental y futurista, incluso más minimalista aunque incorpora riffs de guitarra, contando con una letra que hace referencia a sucesos como el asesinato de Lennon, el atentado contra Reagan o los duros sucesos de secuestros y asesinatos de niños afroamericanos en Atalanta, convirtiéndose en una crítica contra los extremismos. Y el cierre es para «Jack U Off» en la que aparece el Prince más divertido con un sonido de nuevo ecléctico con el Funk y el Rock.

Controversy no es una de las obras magnas de Prince que llegarían a continuación, la siguiente el 1999 en 1982, pero conviene no olvidar esos discos de Prince que también alcanzan la excelencia pero que se ven ensombrecidos por sus hermanos mayores. Otro trabajo impresionante que demuestra la enorme capacidad de Prince.