Se acaban de cumplir los 19 años de la publicación de «Vitalogy», el tercer disco de Pearl Jam, allá por 1994. El tiempo ha pasado y en este 2013, Pearl Jam han alcanzado su décimo disco de estudio, con «Lightning Bolt». Estos dos factores nos dan lugar a recordar este «Vitalogy», un disco en el que los de Seattle tenían muchos elementos en su contra y consiguieron cerrar una trilogía inmaculada, junto a «Ten» (1991) y «Vs.» (1993), que también tendrían que estar por derecho propio en esta sección. Y es que, si vienes de grabar «Ten» y «Vs.», lo más normal es que no puedas mantener tan elevado nivel. Pearl Jam habían marcado el principio de la década de los noventa, en competencia mediática con Nirvana, que ocupaban el primer puesto del grunge, y superando a Soundgarden y Alice In Chains. «Ten» y «Vs.» ya formaban parte de una generación y muchas de sus canciones eran himnos, coreados por una juventud cabreada en los conciertos, donde Eddie Vedder ponía en peligro su integridad física y el futuro de la banda al subirse en vigas, columnas, torres y grúas (tremendas las imágenes en el documental de Cameron Crowe, así como las declaraciones de Jeff Ament, en «Pearl Jam Twenty»).
El grunge era una corriente dominante en el rock al ser asumido por el mainstream y la MTV, copando listas, saliendo grupos a una gran velocidad, y Nirvana habían publicado «In Utero» en 1993. El resto de bandas de rock estaban en otra liga: el proceso de autodestrucción de Guns N’ Roses se aceleraba, The Black Crowes estaban muy solos, Aerosmith seguían el camino de Bon Jovi, etc. Pero, el 5 de abril de 1994, Kurt Cobain se quitaba la vida y con ello se podía decir que el grunge saltaba de la primera línea del rock, demasiado oscuro y depresivo. Nirvana desaparecía y eso también situaba a Pearl Jam en otro estatus. Pero Pearl Jam tuvo muy claro ya antes que no estaba por la labor de seguir las reglas de juego de la industria. Por ejemplo, ya en «Vs.» no hubo ningún vídeo promocional, una constante en gran parte de su carrera.
La muerte de Cobain sin duda supuso una reafirmación en la postura de Pearl Jam ante lo que les rodeaba, en relación a la industria y los medios de comunicación. Este posicionamiento sería llevado hasta sus últimas consecuencias con su proceso contra Ticketmaster en la segunda mitad de la década de 1990, que se inició precisamente en 1994, por el precio de las entradas de los conciertos, lo que les llevó a convertirse en promotores, asumiendo grandes riesgos y con un resultado ambivalente.
En este contexto, las exigencias ante el tercer disco se hacían todavía mayores y las posibilidades de no acertar más amplias. También una gran parte de una generación estaba mirando y esperando ese nuevo trabajo, todavía en estado de shock por el suicidio de Cobain y la desaparición de Nirvana. Y lo que Ament, Gossard, McCready y Vedder hicieron fue coger su camino, pero sutilmente, para no perder por en ese tránsito a mucha gente. En «Vitalogy» hubo una apuesta, controlada, pero que también supuso una declaración de lo que acompañaría a Pearl Jam incluso estéticamente. Todavía recordamos la impresión que tuvimos al coger el envoltorio de «Vitalogy», ya icónico, tan frágil pero poderoso por dentro.
Musicalmente, Pearl Jam iban a darnos otro imponente puñado de canciones, convertidas en clásicas la mayoría de ellas, con Brendan O’Brien de nuevo en la producción tras el gran trabajo en «Vs.». El comienzo era trepidante, rock duro que giraba incluso al punk en algunos momentos, con Vedder gritando sobre las guitarras en «Last Exit», con homenaje acelerado al vinilo en «Spin the Black Circle» (el disco salió primero en vinilo) y con una creciente y demoledora «Not For You», con esa declaración de principios «Oh, never was for you…fuck you». Ese era el comienzo, una barbaridad que no podía defraudar a todos los fans de «Ten» y «Vs.» y que contenía mucha rabia.
Luego llegaría «Tremor Christ», más ambiental pero también contundente, y «Nothingman», una delicada balada con Eddie Vedder en primer plano. «Whipping» aceleraba de nuevo, siendo una de las canciones más celebradas del disco, con las guitarras a todo trapo. Seguía «Pry, To», un interludio divertido de menos de un minuto. Y se alcanzaba una grandísima canción como «Corduroy», uno de esos temas eternos, de los muchos de este disco, otro impresionante momento en el que Pearl Jam declaraban sus principios: «Push me and I will resist…this behavior’s not unique» o «Everything has chains…absolutely nothing’s changed». Sin comentarios y, todavía hoy, uno de los momentos más celebrados de sus conciertos.
«Bugs» era extraña y oscura, con acordeones y otros instrumentos, y la voz de Vedder entre lamentos. Y «Satan’s Bed» comenzaba con unos latigazos para volver a las constantes vitales del disco, pero adentrándose todavía más en la oscuridad. Estaba claro que había unas pulsiones internas muy fuertes en el alma de Pearl Jam, negándose o rebelándose a seguir ese camino que les querían marcar. Y, entre tanta dureza, llega el momento más luminoso del disco, la imbatible «Better Man». ¿Cómo encajaba aquí este tema, tan diferente al resto en gran medida?, la canción había sido compuesta por Vedder mucho antes de entrar en Pearl Jam y era un medio tiempo sensible, con una destacada presencia de lo acústico, una canción de ¿amor o resignación?, una melodía que todavía nos pone los pelos de punta, una letra increíble: «She lies and says she’s in love with him, can’t find a better man…; She dreams in color, she dreams in red, can’t find a better man…;Can’t find a better man». Posiblemente, «Better Man» sea una de las canciones más importantes de Pearl Jam, de las favoritas de los fans, y de las que no pueden faltar en los conciertos. Aunque el encaje en «Vitalogy» siga llamando la atención, un acierto sin duda.
Todavía quedaba tiempo para la también oscura y tribal, y casi únicamente instrumental, «Aye Davanita»; la igualmente delicada y sobresaliente «Immortality», muy reflexiva y que, inicialmente, fue interpretada como un homenaje a Cobain, hecho que Vedder negó, aunque desde el título del tema hasta versos como «Some die just to live» legitimaban esa impresión; y termina el disco con «Hey Foxymophandlemama, That’s me», un experimento sonoro caótico.
Cuando finalizó la grabación de «Vitalogy», el batería Dave Abbruzzese, el tercero de la banda, que había grabado «Vs.» y se había incorporado al finalizar «Ten», fue fulminantemente despedido por diferencias irreconciliables con el resto. Le sustituyó Jack Irons, que había tocado años antes con Red Hot Chili Peppers, entre otros, e incluso se llegó a rumorear que podría haber ingresado en Pearl Jam el propio Dave Grohl.
«Vitalogy» nunca dejó de sonar bien, nunca ha sufrido los efectos del tiempo, y ayuda a entender los dilemas que se vivían en Pearl Jam en esos momentos. Duro y oscuro, con pocas concesiones a la galería, marcaría la senda que les llevaría a «No Code» (1996) y a seguir saliéndose de los caminos marcados, pasando previamente por el disco «Mirrorball» (1995), que grabaron con Neil Young, otro punto de inflexión. Fue una gran declaración de principios que hizo que todavía nos sintiésemos más cercanos a Pearl Jam y a lo que significaban y representaban, y que cimentó definitivamente esa relación con sus fans, que se mantiene hasta hoy.