Figura imprescindible de la escena donostiarra, veterano del Sonido Donosti, Berrio reanuda su revirada y coherente trayectoria cuatro años después de las alegrías proporcionadas por «Paradoja», su tercera y última referencia para Warner. Autodidacta y autosuficiente, insiste en la línea inaugurada con su último disco, acaso suavizándola un poco, y apuesta por un formato clásico de banda para extraerle un sonido más popero y melódico que en sus emblemáticos trabajos de orquestación (sobre todo en los dos primeros «1971» y «Diarios»).
Como siempre merecen mención aparte sus letras, producto de una sensibilidad única en el rock español y una elaboración que suponemos ardua, vuelven a abrumar por su cuidado y riqueza y conforman un mensaje menos atormentado y en general más positivo que hacen de su escucha un auténtico deleite lírico. Sus referencias musicales se mantienen; el influjo omnipresente de Lou Reed, la lumbre elocuente de Leonard Cohen o la dirección compartida con un coetáneo como Nick Cave valen para calificar la sencilla calidad de sus notas. Producido por él mismo en solitario, las guitarras vuelven a ser protagonistas junto a un mayor protagonismo del piano.
El disco es completísimo de principio a fin; así lo abre una clásica pieza de rock arreglada con sencillez y belleza como Abolir el alma, todo un disfrute melódico, seguida de la insistencia rítmica junto a piano y guitarra y la voz femenina de su habitual colaboradora Virginia Pina en Considerando. Otra belleza pequeña e intensa es Mi álbum de nubes del cielo, antes de que las guitarras se pongan al frente del pop filosófico en Sísifo releva a Sísifo y la memoria oscura se apodere de Tu nombre, intensa al piano y de una ascendente gravedad tanto lírica como musical. Qué decir de Abolir el alma, suerte de ‘northern soul’ patrio con coros de Elena Setién, que contiene unas preciosas guitarras y un final que pide más coros. Retoma por un momento la profundidad de sus tormentos en El horror para impulsarse de nuevo en el estribillo sabio y vital de Las tornas cambian. Niño futuro es un increíble ejercicio de vocabulario rico y torrencial, una efectiva exageración que se transporta sobre guitarras igualmente efectivas, para abandonarnos nostálgicos con la más narrativa El truco era un resorte.
Nueva cumbre musical, misma excelencia lírica, las que alcanza Berrio con este último disco. Austero y suficiente, más cálido y ligero que nunca, presenta con brillante sencillez su mejor cara pop-rockera y se consolida como miembro particular de nuestra élite autoral.