Ray Lamontagne, ‘Ouroboros’

Ray-LaMontagne-Ouroboros

Parece un tipo escurridizo Ray Lamontagne; un artista inquieto al que, aún teniendo muy claras las raíces de su música, le cuesta acomodarse en un sonido por muy buenos resultados que le haya dado anteriormente. Después de cuatro discos de estudio en los que ejercitaba a la perfección la tradición folk americana, llegaba su anterior disco ‘Supernova’ y, asesorado por Dan Auerbach, modernizaba su sonido a través de la psicodelia en el que era su disco más complicado y desigual. La senda que abría con aquel viraje es la que continúa transitando en este ‘Ouroboros’.

Coproducido junto otro nuevo ilustre del rock americano como es Jim James, ‘Ouroboros’ fue concebido como un trabajo conceptual, una invitación al viaje, y dividido en dos partes bien diferenciadas: una primera más rockera y una segunda más atmosférica. Es de admirar el riesgo que conlleva un disco de esta clase en los urgentes tiempos actuales, pero las apuestas no siempre son ganadoras.

Sin desmarcarse demasiado del sonido de su trabajo anterior sí que es apreciable una mayor unidad en este, y la mano de Jim James se deja notar en las atmósferas creadas. Hay quien sitúa este trabajo en la senda de Pink Floyd y es reseñable que apenas contenga temas radiables (como bien se encarga de recordar en la estrofa final del disco «You’re never going to hear this song on the radio«) y que sin obviar la personalidad del artista sí que infrautiliza la extraordinaria voz de Lamontagne, uno de sus principales valores.

El disco lo abren los ocho minutos y medio de Homecoming, onírica y psicodélica presentación que apenas conserva el rasgueo de guitarra como elemento folk y en la que la voz de Lamontagne rodeada de coros y ecos, suena tan fría como a lo largo de todo el disco. A continuación viene el single Hey, no pressure, una suerte de blues psicodélico que suena a unos The Black Keys melódicos y, en su parte final, alucinados. The Changing man/While it still beats es rock denso en el que el que la guitarra es protagonista y que alterna un riff de peso con el estribillo hasta los oníricos coros del final.

La segunda parte la abren In my own way, lenta y relajante, y la más melódica Another day, en las que los juegos de voz no terminan de templar la voz de Lamontagne. Les siguen la instrumental A murmuration of starlings, que enlaza su introducción eléctrica con la continuación y cierre acústico de Wouldn’t it make a lovely photograph.

Desde luego que es saludable la experimentación, y probablemente la carrera de Ray Lamontagne necesitara de nuevos aires después de varios excelentes discos más clásicos. En este último trabajo conserva el carácter renovador del anterior, al que añade el conceptual, y da como resultado una obra que, si bien contiene momentos inspirados, le mantiene en los alrededores de sus mejores discos y nos deja con las ganas de más y, si puede ser, mejor.

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