En el año que celebra veinte desde que abandonara Pulp para iniciar su andadura en solitario, y cuatro después del lanzamiento de ‘Hollow Meadows’, el cantante de Sheffield (ya casi icono de su ciudad natal) nos propone su disco más urgente y recogido, un álbum de once canciones que se bastan con tres minutos para confirmar una clase y una maestría al alcance de pocos de sus contemporáneos.
Así, sin desprenderse de la melancolía que tanto le engrandece ni dar un vuelco a las referencias y medios a los que nos tiene acostumbrados, se muestra un punto más reflexivo y nostálgico en cortes que se inspiran en su padre fallecido, sus hijos, la soledad o el propio paso del tiempo. No es un disco rupturista pero sí vivo e inquieto (por primera vez no lo titula con el nombre de una localización de Sheffield), y sigue sonando de maravilla arropado en la producción y la interpretación por Colin Elliot y Shez Sheridan y de nuevo con las aportaciones oprquestales de la Up North Session Orchestra.
El disco lo abre un duro riff en Off My Mind, en la línea de otras de las piezas más rockeras como Is There a Pill?, potente y ambiciosa en emociones, una Time Is que va profundizando en la energía a medida que avanza o la lograda muestra de rock clásico Galley Girl. Alone suena muy bien en un ritmo más ligero y My Little Treasures es una pequeña muestra de enorme calidez. Las bellas Further y Emilina Says emocionan desde la tradición y un sonido delicado, al igual que el broche puesto por Doors. Completan el listado el aroma soul de la bella balada Not Lonely y el ejemplar y amable medio tiempo característico del de Sheffield Midnight Train.
En resumen, treintayseis minutos de disfrute efectivo en los que Hawley vuelve a mostrarse a la altura del referente en el que se ha convertido. Crooner o no (parece que no le hace mucha gracia que le denominen así), entrega otro logro de particular clasicismo con el que mantiene de sobra el nivel de calidad a que nos tiene acostumbrados.