Hay talento por todas partes, mucho, puede que demasiado para la limitada capacidad de los medios y de los aficionados a la música, de otra forma no es fácil de explicar que una banda de la calidad de esta no haya obtenido antes la atención que su música merece. La banda de Valencia (compuesta por experimentados músicos, antiguos miembros de La Pulquería, Madnoise o Absenta entre otros proyectos) demuestra sus sobradas tablas con la continuación de su fantástico debut de hace dos años «Ventura», cuyo sonido han potenciado en esta ocasión con texturas más crudas y directas que destacan su procedencia rockera sin descuidar las aportaciones de otros sonidos preferentemente latinos.
Así se nos han descubierto Miguel Ángel Escrivá (voz y principal compositor), Josemán Escrivá, Soni Artal y Pau García-Serra en un trabajo cuidado con mimo y grabado en el palacio valenciano que da nombre al disco, y que contiene magníficos juegos de voces, virtuosas guitarras y unos textos bellos y extensos que conforman lo que ellos mismos han dado en denominar ‘rock reposado’, deudor de clásicos nacionales como Los Rodríguez o Los Ronaldos, junto a ecos de bolero, mariachis, reggae o Morricone.
Agradable nostalgia la que contagia Estamos bien para un primer acercamiento a las voces y guitarras que presidirán el disco justo antes de dos de sus cimas; el positivo medio tiempo de Mañana asesina, con guitarrazo eléctrico a cargo de El Twanguero incluido, y el primer sencillo Volver a casa, de entrada épica y precioso mensaje, también protagonizado por la contundencia de las percusiones. Algo canalla y ‘stoniana’ llega la más sencilla He de olvidarte, a la que sigue la guitarra cálida y latina de Octubre. Más nostalgia de la llevadera en la destacada El perdedor, poética y ligera en las guitarras y las voces, otra vez, antes de la balada a ritmo de folk de la bella Como todos. Maneras de bolero sostienen el ritmo y los coros de Algo más, así como las jamaicanas lo hacen con Para siempre no existe, para terminar con emoción y más nostalgia e intensidad en Guantanamera y el cierre en acúsitico pausado e instrumental de Tierra muerta.
Apenas altibajos y varias canciones fantásticas en este disco agradablemente inesperado que ocupa un lugar de privilegio entre la producción de rock patrio en este primer tercio del año, sin duda. Un trabajo que contagia sus buenas vibraciones, cargado de realismo y humildad, sobrado de gusto, talento y merecimientos para seguir creciendo en los próximos meses.