Hay músicos capaces de absorver influencias hasta apropiárselas de un modo que, siendo reconocibles en sus composiciones, nunca se las podría calificar de imitaciones sino como resultado natural de una reposada cultura musical.
A lo largo de su carrera los trabajos de Sidonie han presentado diferentes versiones, desde la más bailable de sus inicios, pasando por las cuidadas melodías pop o la marcada huella stoniana, siempre con aceptables resultados fruto de esa capacidad a la que antes hacía referencia. En sus temas resuenan influencias evidentes, pero a la vez brillantes y adecuadas. En este último disco regresan al pop psicodélico, que en mi opinión es el estilo que mejor les sienta.
Estamos ante su disco más homogéneo, en el que la práctica totalidad de sus temas son destacables, sin ningún hit instantáneo como podrían haber sido Nuestro baile del viernes o El Incendio en sus anteriores trabajos, pero cuya calidad general es mayor y que les devuelve al sonido independiente del que se habían podido alejar en sus últimos trabajos, algo que no seremos nosotros quienes critiquemos. Si a esto añadimos la brillantez de las letras creadas por Marc Ros, como ya había demostrado desde que la banda comenzó a cantar en castellano, el resultado es un conjunto variado pero sin estridencias, producido con mesura y calidad y en el que, por destacar, destacaremos temas como El Aullido, Perros o su primer y evidente sencillo El Bosque.