Por encima del envoltorio con que se adornen las canciones lo que realmente permanece es la calidad de las composiciones, algo que Sidonie ha dominado siempre y que hasta ahora les había diferenciado de otras propuestas. Su indudable habilidad para componer preciosas melodías pop unida a sus cada vez más cuidadas letras les han ido situando en una posición de privilegio en nuestro panorama independiente sin necesidad de variar en exceso su sonido más allá de una evolución natural. En su último trabajo se han apoyado en la electrónica para renovar el envoltorio, pero sus canciones mantienen los rasgos de siempre; arregladas de una u otra manera siguen siendo canciones de Sidonie, aunque cueste un poco más destacar estas piezas por encima de las que han realizado hasta hoy.
En general este disco contiene algún corte destacable, pero también otros fríos e insípidos que lastran el resultado final colocándolo lejos de lo que han sido sus mejores trabajos. El predominio de los sintetizadores de la primera canción deja claro a qué va a sonar el disco al igual que la psicodelia electrónica de Rompe tu voz. Inevitables referencias en este tipo de música, como Depeche Mode u OMD, les sirven para alcanzar la intensidad ochentera de Gainsbourg que, al igual que Yo soy la crema, utiliza el surrealismo en las letras. En la paradójicamente optimista Un día de mierda resuenan los Beattles. Con Canadá (El feo de los Wham) no solo se ralentiza el ritmo sino que empieza a decaer el nivel general de las canciones, a excepción de la voz entrecortada de Marc Ros en la demostración de energía de Estáis aquí, triunfo seguro en sus directos. El mismo destello no aporta gran cosa, al igual que ocurre con Las dos Coreas. La voz de Jesús Senra acompaña a la variada electrónica clásica de La noche sin final antes del destemplado cierre de Olvido y morfina y los arreglos new age de Hiroshima mi amor.
Son reconocibles las melodías de una parte de este disco aunque sea difícil destacar ninguna entre lo mejor de los barceloneses; es por tanto una colección poco inspirada de sus canciones de siempre en la que lo más destacable es el nuevo y cuidado sonido fruto de una producción electrónica que los hace sonar menos nuevos de lo que podría parecer.