No me quiero imaginar lo que sintió Michael Azerrad al ver la película Singles (Solteros en su traducción al castellano). Si en Nuestro grupo podría ser tu vida despotrica contra lo que supuso el paso al mainstream del indie y el underground de la década de los 80 en Estados Unidos, nada como Singles podría darle más la razón. Cameron Crowe había trabajado como periodista musical en Rolling Stone pero decidió encaminar su carrera hacia el cine. En 1989 debutaba en la dirección con Aquel excitante curso, una película sobre jóvenes con John Cusak y recordada por la imagen de este actor con uno de aquellos enormes equipos de música a todo trapo debajo de la casa de la amada de turno. Como Crowe cuenta en su documental Pearl Jam Twenty, a finales de los 80 y principios de los 90, cuando estalla todo el grunge, residía en Seattle y fue testigo de todo el proceso. De aquello surge Singles, una supuesta película generacional que retrata ese mundo. Pero lo que a Crowe le salió fue una versión prehistórica de la serie Friends, con sus virtudes y sus muchos defectos. Con los años, la película ha envejecido pero que muy mal, y el relato de un grupo de solteros, amigos y residentes en Seattle, con una cafetería, un vecindario (vamos, que los de Friends no se mataron mucho la cabeza, pero tampoco Crowe porque parece una versión, glup, de Melrose Place), y los típicos asuntos amorosos de los protagonistas: me enamoro, me desanamoro, me quedo embarazada, no encuentro a mi mujer ideal…
En fin, que en un Seattle donde había una escena musical existencialista, introspectiva y reflexiva, Crowe nos presenta a unos personajes arquetípicos, que no dejan de caer en el estereotipo. En la pantalla desfilan los entonces emergentes Campbell Scott y Kyra Sedgwick, que se quedaron en eso, Bridget Fonda (entre lo mejor del plantel), y Matt Dillon. Mención aparte para este último, que hace el papel de rockero líder de una banda y que acaba con el mito de los iconos del grunge. ¿Ironía?, ¿parodia?, me temo que ni una cosa ni la otra. Además, para rematarlo, Eddie Vedder, Jeff Ament y Stone Gossard, cuando Pearl Jam eran todavía Mookie Blaylock, aparecen como el resto de la banda de Dillon, y otras luminarias de la escena de Seattle tienen breves apariciones como Chris Cornell (Soundgarden). La película no se sostiene y, junto a Reality Bites (la peor película de mi admirado Ben Stiller), son capaces de dar argumentos a los detractores de la llamada «Generación X». Tiene aciertos Singles, pero más en el aspecto formal, en la manera de contar la historia, en una especie de capítulos; también tiene una fotografía interesante; y no deja de estar bien ver cómo desfilan por los diferentes clubs de la ciudad grupos como Alice In Chains o Soundgarden.
La carrera de Crowe se dispararía hasta alcanzar el éxito con la sobrevaloradísima Jerry Maguire (1996), la maravillosa Casi famosos (2000), la lamentable versión de Abre los ojos que fue Vainilla Sky (2001), la infravalorada pero deliciosa Elizabethtown (2005), el documental hagiográfico Pearl Jam Twenty (2011), y su hundimiento en Un lugar para soñar (2011). Pero, si hay una cosa que tenemos que agradecerle a Cameron Crowe es su gusto musical, y en eso sus películas salen beneficiadas, porque sus bandas sonoras rozan la excelencia. Y Singles no podía ser una excepción. Aunque la película no resultase un retrato fiel de Seattle, sino un contexto donde enmarcar una comedia romántica, a pesar de querer pasar por un testimonio de esa escena, su banda sonora es maravillosa, y no ha envejecido mal.
Primero, contó con Paul Westerberg que acababa de finiquitar a The Replacements, y que aportaba dos muy buenas canciones: «Dyslexic Song» y «Waiting for Somebody». Y aunque su sonido no fuese exactamente el de Seattle, Westerberg era de Mineápolis, son temas luminosos y alegres. Por Singles desfilan la plana mayor del llamado grunge: Soundgarden aparece con la potente «Birth Ritual», cuando la voz de Cornell llegaba a unos agudos de asustar; Alice In Chains aportó uno de sus clásicos «Would?»; y Pearl Jam contribuyó con «Breath», que luego aparecería en «Ten», y con un tema que se convertiría en un clásico de la banda, «State of Love and Trust». Faltaba el cuarto grande, el que encabezaba la lista, Nirvana, pero imaginamos que fue una cuestión de discográficas, aunque lo desconocemos.
(Esta interpreación de «State of Love and Trust» se enmarcó en una presentación de la película en Los Ángeles y sí, no era la imagen bucólica que transmitía Singles)
Y también había espacio para figuras clave de Seattle, aunque situadas en la segunda fila, como eran Mudhoney, con «Overblown», y Screaming Trees, con «Nearly Lost You». En la banda sonora también se coló una versión del «Battle of Evermore» de Led Zeppelin a cargo de The Lovemongers; la desgarradora «Seasons» de Chis Cornell; «Drown» de Smashing Pumpkies; y el recuerdo al icono local que es Jimi Hendrix con «May This Be Love».
Pero el momento cumbre se lo llevaba el sentido homenaje a Andy Wood, líder de Mother Love Bone, el grupo donde también estaban Jeff Ament y Stone Gossard, y que iba camino a la fama, truncada por el fallecimiento de Wood por sobredósis en 1990. En la banda sonora aparece «Chloe Dancer/Crown of Thorns», un tema que en realidad son dos, de más de ocho minutos, épico e impactante, la muestra de un talento que se quedó en el camino. Las referencias a Mother Love Bone son continuas en la película, como ese muro en el que aparece el nombre del grupo.
Singles no es una buena película, pero su banda sonora sí, y recoge una selección de temas que muestra el poderío de una escena que se concentró en un punto tan concreto, como casi improbable, que era Seattle. Lástima que a Crowe le saliese un relato tan insustancial y light.