Sleater – Kinney es un trío femenino de punk rock que ha ocupado portadas y artículos de los medios especializados por su retorno en 2015 con el disco No Cities to Love. Sleater – Kinney se separaron en 2006, habiéndose formado en 1994 en Olympia (Washington), uno de los satélites de Seattle en el grunge de los 90, y ciudad clave de todo lo que desembocó en esa escena desde finales de los 80. Bien, yo no recuerdo a Sleater – Kinney, y mentiría si dijese que había escuchado algunos de sus discos, incluido su hipervalorado por la crítica The Woods (2005). Es más, me sonaba más Carrie Brownstein, una de las fundadoras de la banda junto a Corin Tucker, por la serie de televisión Portlandia, que tampoco he visto nunca pero de la que había leído por las apariciones, entre otros, de Eddie Vedder, J Mascis, Josh Homme o Jack White. En fin, que no podíamos acercarnos a Sleater – Kinney en plan de su retorno si no pensando en dónde estábamos para habernos perdido a Sleater – Kinney, que tampoco tuvieron una gran repercusión en su día. Resulta que la banda fue una de las abanderadas de las riot grrrl bands, muy posicionadas en las reividincaciones feministas, partiendo de la liberación de la mujer. Junto a Tucker y Brownstein, forma parte de Sleater – Kinney desde 1996 la baterista Janet Weiss, conformando un combo en el que priman el punk y el rock.
Y, por lo tanto, nos tenemos que ceñir a este No Cities to Love para valorar a Sleater – Kinney, nombre que remite a la carretera que unía estas dos localidades del Estado de Washington. Y hay que destacar este disco como un trabajo contundente, poderoso, en el que diez canciones urgentes que parten del punk, pero no dejan atrás la melodía, juegan al servicio de guitarras afiladas, baterías poderosas y las voces de Tucker y Brownstein, que se te clavan dentro. Como ocurre en tantas ocasiones, nos perdimos otra gran banda, pero hay tiempo para recuperarla, y más si es a través de un disco como el que nos ocupa.
En poco más de treinta minutos destilan una fortaleza que impacta, a través de un inicio de kilates con temas muy cañeros como ‘Price Tag’, ‘Fangless’ y ‘Surface Envy’, que desembocan en el homónimo ‘No Cities to Love’, la joya de este disco, una canción tremenda. Le sigue ‘A New Wave’, un tema más pop pero que también funciona. ‘No Athems’ mantiene el ritmo pero en ‘Gimme Love’ nos encontramos con una canción posiblemente más artificiosa, al igual que nos seduce un poco menos ‘Bury Our Friends’, aunque luego logra levantar en el estribillo. Comparada con todo lo anterior también se quedaría en un segundo plano la más power-pop ‘Hey Darling’, para recuperar fortaleza en el final la más épica ‘Fade’, el tema más diferente de todo el disco.
El retorno de Sleater – Kinney nos ha servido para descubrir la potencia de este trío que hace punk rock, con toques de pop, de alta graduación y muy recomendable.