Hablar de Blur en los noventa era hablar de ese espacio limitado llamado britpop y de una relación que llegó a resolverse opresiva para una banda que con los años demostraría que sus inquietudes abarcaban mucho más allá de los breves y locos (y fructíferos) años de gloria. Dos años después de su primer intento por esquivar la etiqueta «britpopera» con su álbum homónimo, Blur decidirían ir más allá y lanzar ’13’ con la intención definitiva de desmarcarse del sonido que les había entronizado y, ayudados además por la situación crítica que atravesaba la relación de Graham Coxon con Damon Albarn, crearon una obra que adelantaba la disolución que cuatro años después se consumaría en el olvidable ‘Think Tank’.
Además de la relación complicada entre sus dos principales componentes otros serían los factores que afectaron a la composición del álbum; muy especialmente el final de la relación de Albarn con Justine Frischman, pero también el problema de alcoholismo de Coxon y las drogas con las que la banda experimentó durante su composición tratando de compensar el agotamiento creativo. Todo ello, junto a los diferentes sonidos que surgían o evolucionaban tanto en las islas como en los E.E.U.U., por ejemplo los electrónicos o el grunge, darían como resultado este excitante batiburrillo, esta montaña rusa de emisiones, inevitablemente irregular, pero cuyo conjunto resultó extrañamente compensado e inspirador.
En diferente medida, la mano del productor William Orbit se dejaría notar, pero por encima de todo se percibe un cierto cansancio y una agónica sensación de lo que debiera haber sido una despedida, o al menos la apertura de un largo hiato, como también dejaría entrever la publicación de su primer recopilatorio a finales de ese mismo año, al cumplir diez desde de su formación. En cualquier caso, y como ya se adelantaba en ‘Blur’, desprendía una dispersa inquietud experimental que terminaría por dar unos frutos más que aprovechables.
Rupturistas desde el inicio, en la cruda y cadenciosa Tender ya sorprendían el espíritu folk y los elementos gospel para, de inmediato, sumergirse en la psicodelia y la distorsión de Bugman. Digna de ‘Parklife’, en Coffee & TV canta Graham Coxon y se deja notar la herencia de The Kinks, además de ser recordada por su multipremiado videoclip, y le sigue la poderosa Swamp Song, que golpea repetitiva su riff alucinado e industrial,. También industrial y opresiva 1992 avanza despacio hacia el ruido y en B.L.U.R.E.M.I. (juego de palabras con su discográfica) retoman el espíritu grunge e incluso punk de Song 2, al que añaden leves elementos tecnológicos.
Battle es un oscuro experimento marcado por la percusión y unos teclados futuristas, a la apertura acústica de Mellow Song se le van sumando unos suaves teclados y una percusión insistente y Trailerpark relega la voz de Albarn a la sección rítmica y a los teclados. Caramel crece con brillantez sobre un órgano que persiste hasta la alucinada eclosión final y, cantada con suavidad, Trimm Trabb suena básica hasta electrificarse en la segunda parte. Canción de ruptura con densas reminiscencias folk, No Distance Left to Run precede al cierre instrumental, como en una feria triste, de Optigan 1.
Ya ha quedado dicho que en 2003 alcanzarían su punto más bajo con la publicación de un ‘Think Tank’ (durante cuyas sesiones de grabación abandonaría Graham Coxon) que precipitaría una disolución nunca anunciada como definitiva pero que se prolongó durante doce años, hasta regresar con el más que honroso ‘The Magic Whip’. Entretanto, son conocidos los exitosos proyectos de Albarn tanto en solitario como en Gorillaz o The Good, the Bad and the Queen, y en menor medida los de Coxon (básicamente en una prolífica carrera en solitario, además de unas dotes pictóricas de las que extraería, por ejemplo, la portada de ’13’) y Alex James y el batería David Rowntree (el primero enrolado en nuevos y menos rutilantes proyectos musicales y el segundo en proyectos informáticos y de animación).
Pero por encima de las dificultades con que encararon la realización de este ’13’, lo cierto es que fueron capaces de extraer unos brillantes resultados al primer epílogo del escarpado itinerario por el que había discurrido su carrera, y supieron reflejar más que dignamente su decadencia en una entrega que podría haber sido el excelente colofón de sus años más intensos.