Prince siempre había sido muy celoso de su producción, recordemos aquello de los vídeos de YouTube, que no permitía que se compartiesen. Su prolija productividad, treinta y nueve discos de estudio (treinta y nueve), llevaban a pensar que Prince no había parado en sus casi tres décadas de carrera. Y, desde su fallecimiento en 2016, sus herederos y encargados de custodiar su legado, han ido dosificando sus lanzamientos. Si comenzaron con la reedición y los materiales extra de Purple Rain (2017), siguieron con las demos de Piano and a Microphone (2018) y el brutal Originals (2019), le ha tocado el turno a 1999, que sigue el mismo camino que Purple Rain. No sabemos qué pensaría Prince de todo este movimiento, pero no creemos que le hubiese gustado mucho, parece que era muy celoso de su obra. Sin embargo, como contrapunto, un artista, un genio, con esa capacidad no es menos cierto que hace indicar que en Paisley Park tienen que quedar muchas cosas guardadas. Vale, desde la segunda mitad de los noventa no fue fácil seguir al de Minneapolis. Discos que aparecían por sorpresa, cambiando de sello distribuidor, y sin apenas canciones reconocibles o grandes hits. De hecho, sería Musicology (2004) uno de los discos que le volvería a situar en la senda comercial, pero sin comparación con lo logrado en los ochenta y primeros noventa. Pero ahí quedaba su directo, todavía brutal como se pudo ver en el descanso de la edición de 2007 de la Super Bowl, considerada entre las mejores de la historia de este partido, incluso la más destacada. Prince se salió en apenas doce minutos que resultaron arrebatadores. Pero toca volver a los ochenta y a la reedición de una de sus obras cumbre, 1999, publicado originalmente en 1982. No sabría valorar los discos de Prince por su categoría, me parecen brutales unos cuantos, pero está claro que Purple Rain, 1999 y Sign o’the Times (1987) serían los más destacados.
La capacidad compositiva de Prince era impresionante y 1999 era su quinto disco en cinco años, a toda velocidad. Con el anterior, Controversity (1981), había expandido su eclecticismo a través de la mezcla de Funk, Soul, Rock y todo lo que haga falta. Prácticamente haciéndose cargo de todos los instrumentos en sus discos, como siempre, Prince daría un salto más con 1999. Allí también estaban por primera vez su banda The Revolution, aunque no firma el disco con ellos a diferencia de Purple Rain, otra máquina en directo, con parte de sus integrantes como Lisa Coleman, Wendy Melvoin y Dez Dickerson, cuyas aportaciones, junto a las de Jill Jones y Vanity se limitan en gran medida a las voces y coros. Prince da un salto futurista en 1999, con canciones donde priman sonidos electrónicos, sintetizadores y percusiones producidas de forma electrónica. Prince estaba proyectando su sonido hacia un 1999 que parecía en 1982 lejano y confuso, pero Prince quería hacer bailar ante la llegada de lo que fuese que iba a pasar ese año. Y le salió una verdadera obra maestra. Además, ojo, destaca que es el primer disco en el que no aparece en la portada, sustituido por un diseño colorista y psicodélico.
Ya su inicio con «1999» es brutal, esos sintetizadores proyectan y Prince da juego a las voces de Coleman y Dickerson, una canción que es un hit tremendo y que sigue las bases Funk pero electrónicas. Y ese comienzo, que cumple su función de anunciar que viene algo muy grande. Una de las canciones canónicas del disco es «Little Red Corvette» donde Prince aparca momentáneamente en parte las bases electrónicas para hacer una canción de Rock más clásica con un Prince desatado tanto a las voces como en la guitarra eléctrica. «Delirious» es una canción adictiva, que tiene su base en el Rock & Roll de los cincuenta, aunque con el sonido que Prince quería darle al conjunto del disco. Los sintetizadores regresan a primera línea con «Let’s Pretend We’re Married», Prince canta en falsete, impresionante de nuevo, con varias fases a lo largo de la canción que se va por encima de los siete minutos y que juega de nuevo a la provocación. No baja el ritmo con «D.M.S.R.», una canción que también se expande más de ocho minutos y en la que destacan los sintetizadores pero en la que también hay un bajo Funk predominante así como una interpretación vocal de Prince impactante. Casi diez minutos cuenta «Automatic» en la que toda la exuberancia musical de Prince queda recogida.
«Something in the Water (Does not Compute)» mezcla el futurismo y el sonido Pop mientras que «Free» es muy sugerente, Prince vuelve a tirar de falsete y no abandona la grandilocuencia y la épica que le caracteriza en algunas canciones. En «Lady Cab Driver» apuesta de nuevo por una canción extensísima, casi nueve minutos, con un bajo al comienzo que vuelve a ser protagonista, con una forma de cantar como sólo Prince podía hacerlo, rapeando incluso, con su toque de provocación explítica, lo que haría las delicias de los/as guardianes de la moral, y con un tramo final en el que Prince demuestra de nuevo que era un guitarrista excepcional. Cuentas pendientes tenía para «All the Critics Love U in New York», canción con un ritmo machacón a través de esos sintetizadores, con una letra muy minimalista. El cierre es para un tema de corte más clásico, «International Lover», en la que Prince mezcla Soul y R&B, con la presencia del piano como protagonista instrumental, y su voz de nuevo caracterizada por el falsete.
La reedición de 1999 que salió a finales de 2019 presenta otro disco que apenas cuenta con novedades, más allá de versiones promocionales de buena parte de las canciones del disco, además de tres caras B de los singles. La primera es «How Can U Don’t Call Me Anymore?», una canción que explora la línea de «International Lover» con el piano y el falsete de Prince y que también es tremenda. Siendo la cara B de «1999», podría haber entrado perfectamente en el disco. «Honey Toad» pertenece al single de «Delirious», más con el sonido del disco, es más festiva y animada y cuenta con la mezcla de sintetizadores y otros más clásicos, siendo notable. Menos lograda, en comparación con el anterior desparrame de talento, es «Irresistible Bitch» que salía como cara B de «Let’s Pretend We’r Married». De título explícito, el sonido está más metalizado y sigue apoyándose en el falsete. No nos hemos hecho con la versión «Super Deluxe» que comprende cinco discos y un DVD en directo en Houston. Dos de esos discos cuentan con temas extras, pero a tanto ya no llegamos.
Uno se puede quedar en bucle en bastantes discos de Prince y 1999 es uno de ellos. Prince era un genio que dos años después daría un nuevo golpe en la mesa con Purple Rain, del que ya hemos hablado en Los Restos del Concierto. La heterodoxia y deriva de Prince a partir de la segunda mitad de los noventa hasta el final de su carrera le restó visibilidad y reconocimiento, de forma muy injusta. No cabe duda que era un visionario y un artista total. Y, mientras tanto, ya se anuncian nuevas reediciones precisamente de discos menos conocidos. Veremos.