Regresa Kurt Vile, uno de los favoritos de la crítica, con su octavo disco, Bottle It In, un trabajo que se le va a los setenta y ocho minutos, casi nada. Vile, con su forma de cantar nasal y «arrastrada», su sonido monótono y un tanto melancólico, te acaba conquistando de alguna manera, con discos tan fascinantes como Wakin on a Pretty Daze (2013) o su entrega de 2015, B’lieve I’m Goin Down, o acabando llevando a su terreno a Courtney Barnett en el recomendable Lotta Sea Lice (2017). A diferencia de su amigo y excompañero en The War on Drugs, Adam Granduciel, no ha conseguido alcanzar un éxito más masivo aunque sí que comparten prestigio y reconocimiento, pero el estilo de Vile es más complicado para lograr ese éxito más mayoritario. Lo que pasa es que, como decíamos, te acaba conquistando y en Bottle It In es capaz de mantener ese nivel y hacerlo casi durante ochenta minutos, casi nada. Sé que habrá gente que diga que es un artista sobrevalorado y que incluso representa en parte una deriva del indie ensimismada y poco real, pero no te suelta.
En Bottle It In ya comienza fuerte con un tema del calibre de «Loading Zones», donde hay una combinación muy interesante de las guitarras mientras comienza con su forma de cantar particular, siendo una canción muy crepuscular. En «Hysteria» frasea, siendo una canción que mantiene el nivel y que se va directamente hacia la nostalgia. En «Yeah Bones» se permite hacer un tema más alegre y divertido, ciertamente, que contrasta con su voz, mientras que en «Bassackawards» se sale, es posiblemente mi canción favorita, fraseando de nuevo y alcanzando casi los diez minutos. En «One Trick Ponies» parece regresar a la «alegría» (no sé si eso es posible en Vile) pero es una canción más melódica con presencia destacada de los coros. Y en «Rollin With the Flow» hace una versión del artista Country T.G. Sheppard, dotándole de un tono también más melódico y crepuscular. En «Check Baby» decide irse casi a los ocho minutos para volver a su esencia, ese fraseo angustioso y «arrastrado» de nuevo», y funciona.
La segunda parte comienza con «Bottle It In», más de diez minutos de canción, siendo más ambiental con un tono electrónico de fondo, muy sutil, que es un tanto novedoso, y en la que participa Cass McCombs. En «Multinies» se muestra más inspirado y tira de la acústica a través de Kim Gordon (Sonic Youth) y en «Come Again» apuesta por dos voces con la colaboración de los integrantes de Lucius. En «Cold Was the Wind» se muestra más crepuscular de nuevo, es un tema con más texturas y matices. En esa línea se centra, aunque más minimalista en la instrumentación en la larguísima «Skinny Mini» (otra vez por encima de los diez minutos). El cierre es para la breve «Bottle Back», un instrumental de apenas un minuto y medio.
Lo que decíamos, no sabes cómo pero te atrapa, el disco es largo pero no se hace largo, y Vile siempre tiene algo como hipnótico. Es un fenómeno curioso pero que funciona. Bottle It In es un muy buen disco, otro más en su carrera, aunque otra cosa es si en directo tanto ensimismamiento se aguanta.