«The Promise» o el fondo de armario de Bruce Springsteen

De sobra es conocido que Bruce Springsteen siempre ha sido un destajista y que, durante la década de los setenta, no paró, tampoco más adelante. Entraba al estudio, con la E Street Band o sin ella, y a producir. En su autobiografía aparecen algunas claves que explican seguramente todo este proceso, como el no creerse la suerte que tenía y un cierto sentimiento de culpabilidad que daría lugar, en parte, a su depresión. Lo cierto es que los seguidores y seguidoras de Springsteen conocían muchas canciones que no habían sido publicadas porque las tocaba en sus conciertos. En 1998, la monumental caja Tracks puso en circulación parte de ellas. Fueron sesenta y nueve canciones, luego tendrían su resumen en el 18 Tracks (1999), que cubrían prácticamente toda la carrera de Springsteen. Exuberante es poco decir. Imprescindible, también. Pero había más. En 2010, Springsteen, que estaba ya en modo no parar con discos y giras, su último trabajo había sido Working on a Dream (2009), retoma canciones que había grabado en las intensas sesiones del Darkness on the Edge of Town (1978), para mí su mejor disco y el que mejor refleja las contradicciones de Springsteen. Recordemos que estaba también dando el paso para The River (1980). Y, revisitando las canciones, añadiendo voces y otros instrumentos, se saca de la manga el doble The Promise (2010), un disco impresionante, un trabajo de veintidós canciones, algunas conocidas, en las que participa la E Street Band, con una de las últimas contribuciones de Clarence Clemmons que fallecería en 2011. Lo que muestra Springsteen en este disco es el talento descomunal de un artista en un momento tan determinante como la grabación del Darkness on the Edge of Town, cuando viene de triunfar por todo lo alto con Born to Run (1975)pero su espíritu es otro. Springsteen hace el Rock que patentará, bebiendo del Soul fundamentalmente, y de los clásicos del Pop. The Promise está entre lo mejor que ha publicado en lo que va del siglo XXI y nos muestra lo que tuvo que ser vivir ese momento, con una banda dándolo todo. A mí me impactó cuando salió y me sigue pareciendo uno de los discos de Springsteen, y son unos cuantos, a los que regresar. Ya la portada nos da pistas, un Springsteen joven, con su coche en un espacio abierto, con una tormenta amenazante y muy crepuscular. Y, en el interior del libreto, se ven los rayos de esa tormenta que comienza a descargar.

El primer disco comienza con una versión alternativa del «Racing in the Street» del Darkness, muy épica y creciendo en intensidad a medida que va avanzando, expansiva y emocionante. «Gotta Get That Feeling» tiene un punto del Rock & Roll clásico pero sin dejar de lado el tono melancólico que marca al disco, aunque se manifieste menos en la festiva «Outside Looking In» con el saxofón de Clemons en primer plano. Impresionante es «Someday (We’ll Be Together)», épica y melancolía a raudales con unos coros imprescindibles. «One Way Street» es más contenida y de nuevo el contrapunto de Clemons es clave. De «Because the Night», nada que decir, popularizada por Patti Smith, aquí Springsteen se la lleva a su terreno. «Wrong Side on the Street» es marca de la casa de Springsteen y la E Street Band, exuberante y de celebración. Medio tiempo pausado, luego más intenso, es «The Brokenhearted» y «Rendezvous» es ya conocida, una de esas joyas escondidas que nos va remitiendo a The River. Cierra el primer CD «Candy’s Boy», otro medio tiempo en el que el órgano de Danny Federici es protagonista y que muestra la capacidad de Springsteen para ser un cronista de historias de la periferia.

El segundo CD aporta doce canciones que comienzan con la brutal «Save My Love», en la que Springsteen se lanza a cantar con intensidad y tiene una luminosidad en la instrumentación. Sigue en ese tono con «Ain’t Good Enough For You», festiva y con un piano juguetón. Pero a los medios tiempos con «Fire», que harían las Pointer Sisters, y que aquí cuenta con un tono pausado con el diálogo entre la guitarra y el saxofón. La melancolía y la narración de historias regresan con «Spanish Eyes». Destaca el Soul, tintes gospelianos incluidos, en la fantástica «It’s A Shame» que da paso a la nostálgica «Come On (Let’s Go Tonight)» que también se emparenta con The River. Otro de los grandes momentos del disco es la muy festiva y animada, esos vientos, que es «Talk to Me», mientras que el tono del disco se manifiesta en la épica «The Little Things (My Baby Does)» que vuelve a contar con unos vientos destacados. La contención, no exenta de dramatismo, se manifiesta en una emocionante «Breakaway». Y «The Promise» es una de las mejores canciones de todo el disco, de nuevo in crescendo hasta cargarse de intensidad, una de esas canciones y letras de Springsteen que marcan. «City of Night» marca la pausa para casi cerrar el disco pero hay un tema oculto, «The Way», más sombría y con un tono espiritual.

La capacidad de Springsteen queda de manifiesto en este testimonio de una época en la que cimentó parte de su prestigio. Luego llegarían The River (1980), el intimismo de Nebraska (1982) y el giro de Born in the USA (1984). El resto, está contado. The Promise es una gozada, un gran regalo en 2010.

 

Bruce Springsteen selecciona algunas joyas del «Tracks»

Hace unas semanas hacíamos en Los Restos del Concierto la reseña del fallido último disco de Bruce Springsteen, Western StarsPor encima del bien y del mal, su carrera de novedades lleva mucho tiempo estancada. Pero hubo otro momento en el que parecía que la carrera de Springsteen se caía y fue en la primera mitad de la década de los 90 del siglo pasado, cuando apenas había superado los cuarenta años. Venía de haber subido de estatus con el vitaminado Born in the USA (1984) y de recaer en el intimismo con el melancólico y confesional Tunnel of Love (1987). Luego, despidió a la E Street Band y, en 1992, realizó dos obras tan controvertidas como Human Touch Lucky Town, con una nueva banda en la que se mantenían Roy Bittan y Patti Scialfa. Se apuntó a los Unplugged de la MTV con In Concert/MTV Plugged (1993), pero debió intuir que tenía que volver sobre sus pasos, y uno de ellos era recuperar a la E Street Band. Y allí que se fue aprovechando el primer recopilatorio de su carrera, un limitado Greatest Hits en 1995 que incluía el regreso de la banda con «Secret Garden», Blood Brothers», «This Hard Land» y «Murder Incorporated», esta grabada en 1982 y en cuyo fantástico vídeo de 1995 volvía también Steven Van Zandt. Aunque no los volvería a recuperar hasta 1999 para salir de gira, fue sin duda alguna un momento de celebración para todos los fans de Springsteen. Antes de terminar 1995, Springsteen sorprendía con el sobrio y acústico The Ghost of Tom Joad, inspirado en el libro Las uvas de la ira de John Steinbeck, con la sombra del Nebraska (1982) detrás y con una valoración positiva de la crítica. Había pasado un bache y ahora tocaba recomponer la leyenda de Springsteen. Primero sacó el documental Blood Brothers en 1996 que reflejaba la ya señalada reunión de la E Street Band en 1995, así como un EP que mantenía tres de los temas nuevos del recopilatorio y la versión de «High Hopes» y «Without You». Pero el plato gordo estaba en la caja Tracks de 1998, una obra monumental de cuatro CDs con sesenta y seis canciones entre descartes, caras B y demos que iban de 1972 a 1995. Aquello fue un acontecimiento, algunos de aquellos temas ya se conocían de directos y demás, pero eran una muestra del destajismo y la calidad de un Springsteen que, con los años, ha ido destapando los archivos en reediciones de sus grandes obras o directamente en discos tan soberbios como The Promise (2010) que recoge los descartes de las sesiones del Darkness on the Edge of Town (1977). Habrá tiempo de volver a este disco el año que viene, pero quedémonos en Tracks o, mejor dicho, en una selección que hizo unos meses después de algunas canciones de la caja, 18 Tracks (1999) y de la que se cumplen veinte años. Springsteen metió en la misma quince temas e incorporó tres nuevos, que luego comentaremos. Obviamente, era un trabajo de clara vocación comercial pero refleja el valor del trabajo de Springsteen junto a la E Street Band en buena parte de las canciones. Es un disco tremendo que deja en un segundo plano toda la producción de Springsteen desde finales de la primera década de los 2000 y que se escucha de un tirón. Como Tracks, mantiene generalmente un orden cronológico, con alguna excepción, lo que nos permite ver la evolución de su sonido.

Comienza con una «Growin’ Up» de su debut pero en versión demo, la forma de cantar es tremenda y se centra en un sonido más acústico que luego asciende. Se observa un poco la influencia de Dylan aunque pronto suelta lastre. «Seaside Bar Song» (1973) refleja la fuerza de sus inicios, enérgico y sin concesiones con esa presencia inevitable del saxo y el órgano. «Rendezvous» es una grabación en directo de 1981 y refleja el poderío de la E Street en directo, una canción de tono melancólico pero brutal. «Hearts of Stone» (1977) proviene de las sesiones del Darkness y es nuna canción triste, en la línea de ese disco, con un Clarence Clemons inmenso. «Where the Bands Are» (1979) es más de celebración y se vincula al sonido que explora en The River y de ese mismo año es una de las canciones más destacadas del disco, «Loose Ends», con los teclados de Bittan y Federici destacados y con un estribillo y coros que se clavan. No deja ese periodo con la también potente «I Wanna Be With You» en la que tira sonidos más de los orígenes del Rock & Roll aunque les añade un tono más épico. Y de 1982, en pleno Nebraska, es la demo de «Born in the USA», aquí descarnada y acústica, desnuda, reflejando las dobleces del «sueño americano», luego acabó en lo que acabó. «My Love Will Not Let You Down» (1982) es otra de las cimas del disco, se quedó fuera de los discos de la época ya que no encajaba en el tono de Nebraska ni en la exaltación de Born in the USA. Podría haber entrado en The River porque la canción iba en esa dirección.

Lo mismo le ocurre a la deliciosa «Lion’s Den» (1982) que se queda fuera por sus sonido más Pop y que también es una de las canciones más destacadas del disco. A continuación, incorpora dos caras B como son «Pink Cadillac» que lo fue de la exitosa «Dancing in the Dark», esta sí que una canción de más recorrido, con sonidos del Rock & Roll de los 50 y con la sección rítmica de Tallent y Weinberg recordando al «Peter Gunn Theme» de Henry Mancini y que recuperaron unos años antes The Blues Brothers. «Pink Cadillac» contaría con versiones de Natalie Cole, Jerry Lee Lewis, Bette Midler, Aretha Franklin, entre otros. La otra cara B es «Janey Don’t Lose Your Heart», del «I’m Going Down» también del Born in the USA, más cercana a la producción de este disco pero muy luminosa. A partir de aquí, la evolución del sonido de Springsteen nos lleva a «Sad Eyes» (1990), la canción que fue single de estos discos y que contaría años después con versión de Enrique Iglesias, un tema que adelanta lo que haría con «Streets of Philadelphia» o con «Secret Garden», más emparentada con esta última. Canción intimista y con ya tics de esos años, más evidentes en el acercamiento al Reggae de «Part Man, Part Monkey» (1990), el tema menos logrado del disco. Al final de 18 Tracks, como decíamos, añade tres temas nuevos que no están en la caja (¿jugada comercial para completistas?). El primero es «Trouble River» (1990) que es una canción «de las suyas», un estilo que no es el que iba a abordar a comienzos de los 90. Sí que estaba en la caja «Brothers Under the Bridge», que graba en 1995, un tema que sale de los descartes del The Ghost of Tom Joad y que tiene ese tono intimista con la letra vinculada al «sueño americano». Y aparece la cima del disco, y mira que era difícil, que tampoco la colocó en la caja, como es «The Fever», extenso tema de más de siete minutos de 1973 que ya era muy conocido entre los fans y cuyo tono contenido, que va creciendo, se basa en una interpretación maravillosa. El cierre es para «The Promise», canción de los descartes del Darkness y que recuperará en su versión más poderosa y épica en el ya referido The Promise, aunque aquí lo hace de forma más intimista, voz y piano. Es muy emocionante, una gran canción para cerrar un disco fantástico.

Después de todo esto, Bruce Springsteen y la E Street Band salieron en una gira de reunión que daría lugar a Live in New York City (2001) (allí publicó su denuncia de «American Skin (41 Shots)» que generó controversias con la policía y parte de sus fans). Fue otro acontecimiento pero nada comparado a lo que vendría después. La mítica de Springsteen creció con The Rising (2002), inspirado en la tragedia del 11-S y seguramente su último gran disco. No han parado desde entonces, la figura de Springsteen se ha agrandado más y más a pesar de sus discos mediocres. Giras, discos en directo, sus memorias, etc. No sabemos si Springsteen y la E Street Band tendrán fuerza para más giras, pero discos como 18 Tracks y la caja Tracks muestran el alto nivel de un artista superlativo. Por eso duelen más Western Stars, High Hopes (2014) o Working on a Dream (2009).

Bruce Springsteen, «Western Stars»

Y llegó el momento en el que desde Los Restos del Concierto abordásemos el nuevo disco de Bruce Springsteen, Western Stars. Springsteen es hoy una de las principales figuras de la música popular y cada paso que da es mirado con lupa. Es una leyenda que, como tantos y tantas, compite contra sí mismo y contra sus principales obras, publicadas en los setenta y ochenta del siglo XX. Springsteen se ha caracterizado por llevar dos décadas girando con la E Street Band a todo trapo, en conciertos que tienen mucho de celebración colectiva y que él ha fomentado. Por otro lado, publicó su reveladora autobiografía, ha estado en un espectáculo intimista en Broadway y su ritmo de discos con material nuevo se ha ralentizado pero se mantiene, aunque no deja de hacer caja con reediciones, directos y otras publicaciones recopilatorias. Los últimos discos de Springsteen son escrutados y suelen recibir valoraciones regulares, cuando no directamente negativas debido a que no resisten la comparación con sus obras pasadas, aunque Pitchfork y otros medios le han dado buenas puntuaciones. Es cierto que esa sensación del «piloto automático» se cumple, aunque él va tocando teclas, empeñado también parece ser en llevar la llama del «sueño americano» y sus contradicciones. Con Western Stars, su disco número diecinueve, ha apostado por el Pop orquestal californiano de los sesenta y setenta, con un tono crepuscular que impregna el disco. Si en High Hopes (2014) componía un irregular y extraño popurrí y en Wrecking Ball (2012) cogía fuerza y contundencia para denunciar la crisis del momento, su nuevo trabajo se empareja en tono con el Working on a Dream (2009), aunque con diferencias ya que el de hace una década tiene un tono más del Country y del Folk. Western Stars es un nuevo disco de Springsteen que pasará sin pena ni gloria, hay algunas cosas interesantes y otras de las que te olvidas a la primera escucha, sobre todo destaca la descompensación del disco entre una primera parte que parece apuntar más alto y una segunda que es muy plana y aburrida. Springsteen ha contado de nuevo con Ron Aniello, esta vez encargado de la producción en exclusiva (ya estuvo en High Hopes con Brendan O’Brien y Springsteen y en Wrecking Ball con el propio Boss), y aquí igual encontramos una de las debilidades del disco, la labor de producción es muy edulcorada, como veremos en canciones como «Chasin’ Wild Horses». Igual, algunas canciones pueden tener una segunda lectura, más desnudas y acústicas. A Springsteen le han acompañado músicos como Patti Scialfa, el propio Aniello, Soozie Tyrell y Charlie Giordano (E Street Band), el antiguo integrante de la E Street Band David Sancious, el batería Matt Chamberlein, el percusionista Lenny Castro, entre otros muchos ya que es un disco muy orquestal. Tampoco debemos dejar de reseñar el diseño de la portada y el disco. Springsteen juega con la iconografía norteamericana, desierto y espacios abiertos, el coche y el sombrero de cowboy, todos símbolos de libertad, de inmensidad, de una suerte de «destino». En la portada apuesta por la imagen de un caballo corriendo hacia el horizonte…En fin, que cada cual saque sus conclusiones pero a mí es una portada que me deja un tanto «extrañado».

Comienza con una intimista «Hitch Hikin», tiene un inicio de un Country/Folk más tradicional y hasta los dos minutos y medio no confirma ese Pop orquestal que marcará el disco con el protagonismo de la voz de Springsteen. Es una canción que tiene algo y se confirma con el tono crepuscular de «The Wayfear», una de las mejores canciones del disco y con un tono contenido. En «Tucson Train» sigue en un nivel aceptable, las cuerdas ocupan el primer plano de la canción, tiene un título muy de las tradiciones norteamericanas, en este caso las ferroviarias, «Tucson Train». «Western Stars» por su parte comienza casi como una letanía, es más Springsteen en su forma de cantar, y luego crecen de nuevo las cuerdas hasta dominar la canción. Y «Sleepy Joe’s Cafe» es una de las canciones diferentes, seguramente la mejor, se aparta del camino del Pop orquestal para apostar por el Folk vinculado al disco We Shall Overcome: The Seeger Sessions (2006) que funciona mucho mejor. Pero la cosa comienza a caerse con canciones como «Drive Fast (the Stuntman)», una canción que combina el Country crepuscular con el Pop orquestal pero que no funciona. Y peor lo hace «Chasin’ Wild Horses», donde incide en una suerte de «Country orquestal» con pedal steel incluido.

La segunda parte no augura nada destacable, aunque comienza con una más interesante «Sundown», es la canción más Pop del disco, el tono nostálgico se impone y la melodía es más interesante con una batería en primer plano. Pero con la reducida, menos de dos minutos, «Somewhere North of Nashville» se confirma que la segunda parte bajará bastante, a pesar de la estructura más Folk del tema. La épica orquestal se impone en una «Stones» que parece que quiere apuntar algo más pero que se queda en eso, en «un quiero y no puedo». Con «There Goes My Miracle» llega un momento en el que mejora algo el disco, una canción más efectista que efectiva, destacando su tono épico. El cierre es para dos canciones que me parecen de las más flojas y planas que he escuchado de Springsteen, primero «Hello Sunshine» que te deja indiferente y finaliza con la más minimalista, que no aporta nada, «Moonlight Motel». De hecho, se las podría haber ahorrado porque no te dejan buen recuerdo.

He escuchado Western Stars en numerosas ocasiones, le he dado numerosas oportunidades, con algunas canciones pensaba que podría ir más allá, especialmente las situadas en la primera mitad del disco, pero es un trabajo de Springsteen que te deja indiferente, como decíamos del final del disco. Sigue empeñado en llevar la bandera del «sueño americano», sus contradicciones, etc., pero el estilo elegido en esta ocasión le ha llevado a pinchar, fallando parte de las canciones y una producción descompensada. Aunque sabemos que sus mejores obras ya han pasado, y esos trabajos y lo que fue capaz de hacer le colocan en lo más alto del Olimpo de la historia de la música popular, no es menos cierto que se le puede pedir más. Un disco lamentablemente irrelevante que incide en el errático último tramo de la carrera de Bruce Springsteen.