Reincide Ramón Rodríguez en su universo compuesto por notas cercanas para embellecer palabras sombrías, la poderosa marca de una trayectoria que se hace singular desde unos ingredientes para nada extraordinarios. Con variedad de recursos clásicos del pop-rock, sin estridencias ni abusos, vuelve a sonar nítido e intenso de la mano de un Raúl Pérez con el que vuelve a colaborar en la producción tras «Una canción de cuna entre tempestades» y «Lluvia y truenos» (este junto a Mcenroe). En este caso parece haber concedido una mayor sonoridad y relevancia a la sección rítmica, además de a intensos pasajes electrónicos, que no alejan el resultado de su habitual esencia íntima. Merece un aparte el ya característico cuidado de sus letras y su discurso lúgubre, de una incómoda belleza que, pese a abundar en la desesperanza, no deja de resultar atractivo.
Desde el arranque de Ropa mal colgada a golpe de guitarra y tambor ya se aprecia el protagonismo que concederá al ritmo y la intensidad (en este caso la letra añade un componente crítico), como en Luna creciente, medio tiempo cálido y profundo. Uno de los temas centrales parece ser En la feria de atracciones, desde luego su letra golpea con versos certeros, presidido por los teclados envolventes y un ritmo pesado, al que sigue la acústica inicial de El árbol de la vida, que sumará poco a poco los primeros arreglos de cuerda (ojo a la letra también reveladora y profunda). Fría y oscura de inicio y de mensaje hiriente, Aunque maldigas entre dientes gana cuerpo sonoro en el estribillo, a diferencia de una Pronto todo será sombra que apenas se sirve de guitarra y violín para arañarnos la esperanza. Los aires morunos de Días de rachas grises dan paso a un potente desarrollo flamenco-rock para cambiar de tercio con la predominancia de los teclados de Ruido de explosiones y las guitarras más bellas del disco, endurecidas en el estribillo, de La mano en el fuego. Para terminar reaparecen las cuerdas para alumbrar en lo posible la lúgubre densidad de En un zarzal antes de concluir desnudo y relajado con La última palabra.
Sin duda es una propuesta contradictoria la del músico barcelonés, musicalmente impecable y temáticamente enredado desde sus inicios en unas arriesgadas tinieblas, sus versos son un baño de realidad que algunas veces puede ser poco aconsejable y otras muy necesario. Y en esas sigue, extrayendo fruto de los sentimientos descarnados y cocinándolos con gusto para provecho de algunos oídos sufridores.