(Sandy) Alex G, «House of Sugar»

El «Indie», o lo que sea, norteamericano tiene querencia por ciertos tics que se repiten de forma continua, y se consolidan en los últimos tiempos, especialmente todo lo que tenga un marchamo Folk. Una de ella es la sombra de fondo de Neil Young, que parece estar presente como inspiración en no pocos de estos autores. Otra podría denominarse como el «giro Bon Iver», relacionado con el cambio en su música de Justin Vernon y la entrada de elementos mucho más electrónicos. Y también quedan en un lugar destacado las influencias de Fleet Foxes y de Wilco, además de The Bright Eyes y Conor Oberst. De todo eso hay en el trabajo que nos ocupa, el disco de (Sandy) Alex G, el nombre bajo el que firma sus creaciones Alexander Giannascoli, que con House of Sugar llega al número ocho de su carrera y que ha sido saludado por la crítica como uno de los discos destacados del año. Como decíamos, no es una novedad que discos de estas características alcancen este estatus, aunque luego a veces se desvanecen. Hay de todo en este disco, que tiene una línea común lo que le da un tono atmosférico tipo a unos Fleet Foxes pasados por el Bon Iver más reciente, pero también hay una cierta personalidad.

El comienzo es una especie de letanía, «Walk Away», que deriva hacia canción de melodías melancólicas y ambientales. En «Hope» el Folk aparece claramente, Fleet Foxes aparecen como referencia, siendo una de las canciones más relevantes del disco a la que ya incorpora elementos electrónicos. Sigue por esa senda con «Southern Sky» que es más experimental y en la que incorpora sonidos como el piano del comienzo, canta en falsete e incluso hay algunos momentos más Pop. «Gretel» ahonda en la línea experimental, la sombra de Bon Iver no es que sea alargada, es que se deja sentir. «Taking» funciona casi como un interludio, es instrumental, más arriesgada y cuenta incluso con un deje jazzístico. En «Near» ahonda la experimentación y se hace todavía más ambiental si cabe, hecho que crece con «Project 2», también instrumental y con un protagonismo de las programaciones.

La segunda parte del disco comienza incidiendo en esta apuesta, primero con «Bad Man», que convence, y especialmente con la oscura «Sugar», su voz distorsionada y robótica junto con un piano que le da un tono más épico, cierra la etapa del disco más experimental. Y es que con «In MyArms» retorna a un cierto clasicismo, aquí son Neil Young por un lado y el lado Pop de Wilco, por otro, los que influyen en otra de las canciones destacadas. Pero la experimentación regresa con «Cow», cantando en falsete y con un sonido más sutil. «Crime» mezcla las influencias Folk y los aspectos más modernos que le dan un tono crepuscular. Y termina con una canción en directo, «SugarHouse» que es otra vuelta de tuerca, hay un saxofón ochentero, un comienzo muy de Springsteen y una deriva hacia sonidos más Pop. Es decir, una mezcla de influencias que le funciona.

No nos atrevemos a decir qué trayectoria le espera a (Sandy) Alex G, ni si será un disco que escuchemos muchas veces más. Es cierto que tiene algo, que hay texturas interesantes y que tiene esa sensación de conjunto, pero también que hay muchos puntos de referencia. Y sí, está inspirado en parte en «Hansel y Gretel»

 

Fleet Foxes, ‘Crack-Up’

A los Fleet Foxes se les estaba esperando, para bien y para mal. La banda de Robin Pecknold habían asaltado la banca con su debut homónimo en 2008, confirmado con Helplessness Blues en 2011. Pecknold había tocado una tecla que se insertaba en un contexto, la deriva del ‘Americana’ al Folk-Rock y Fleet Foxes se convirtieron en adalides de ese proceso, aupados por la crítica y la gente de Pitchfork Media. Eran muy buenos, pero Pecknold se retiró a estudiar en la Universidad y lo que supimos de ellos fue a través de la carrera de su batería en el segundo disco y que dejó la formación en 2012, Josh Tillman, conocido como Father John Misty. Las armonías, las voces superpuestas, el recuerdo a Crosby, Still, Nash & Young y a los Beach Boys, las guitarras acústicas, hacían que Fleet Foxes tuviesen mucho crédito ganado. Crack-Up, su tercer disco, ha generado no poca controversia entre parte de la crítica, señalándose desde diferentes puntos que no está a la altura de las expectativas, aunque los de Pitchfork le han dado un 8.7 sobre 10. Y coincido con ese diagnóstico en gran medida. Ha pasado mucho tiempo, 2017 ya no es 2011 y los cambios en la música han sido muy relevantes. Fleet Foxes han mantenido la misma dinámica aunque han buscado complejizar su sonido, dotarle de un tono más épico, y Pecknold ha compuesto un disco ambicioso pero en el que también se nota la presión. Juega en algunos temas a incorporar varias canciones, hace giros que no siempre acaban de funcionar, y en ocasiones abandona una cierta sencillez por un barroquismo que se hace excesivo. No dejan de lado ese punto ambiental y atmosférico que les funcionó en sus dos primeros trabajos, pero les falta algo.

El comienzo es para ‘I’m All That I Need/Arroyo Seco/Thumprint Scar’, más de seis minutos de canción que nos irán marcando la pauta, combinando temas que en muchas ocasiones no acabarán de funcionar, mezclando momentos brillantes, y que te hacen despertar esperanzas, con otros menos logrados. En el primer tema, la parte más Folk es más convincente mientras que el resto queda extraño. En ‘Cassius’ el comienzo es flojo, más experimental, pero luego desarrolla un tono épico para pasar a otro más acústico, sin que llegue tampoco a funcionar. ‘-Naiads, Cassadies’ es un tema Pop que suena bien, esas voces y esa armonía que nos recuerdan sus mejores temas, pero a la mitad de la canción se le cae con las cuerdas. En cuanto a ‘Kept Woman’, nos parece uno de los momentos más bajos del disco, se inicia de forma lenta y va creciendo, no pierde el minimalismo pero el giro no le acaba de funcionar tampoco. ‘Third of May / Odaigahara’ parece escenificar todo lo que Pecknold quería conseguir pero que no le cuadra, casi nueve minutos de canción con una primera parte optimista, vital y muy atractiva, pero con una segunda que es más ambiental y que no acaba de llegarte. Y en ‘If You Need To, Keep Time On Me’ parece irse hacia un terreno más reconocible, sencillo y minimalista con el protagonismo de su voz, pero tras un buen comienzo se vuelve a caer.

La segunda parte se inicia con ‘Mearcstapa’, una canción más experimental y alejada del Folk aunque luego le dan un giro más eléctrico con un punto progresivo que sí que les funciona. ‘On Another Ocean (January/June) es un tema épico que tiene una primera parte floja pero una segunda muy interesante, más eléctrica, que con los coros del final gana mucho. Y ‘Fool’s Errand’ se convierte en la mejor canción del disco, maravillosas armonías envueltas en sonidos acústicos, le incorporan cuerdas también, siendo un tema que te conquista, no me extraña que haya sido el segundo single porque es su mejor carta de presentación. Lástima que en ‘I Should See Memphis’ les de una ataque de posmodernidad y no sepas cómo quedarte. El final vuelve a recoger las virtudes y defectos del disco, ‘Crack-Up’ se eleva por encima de los seis minutos, con un inicio más experimental, un cuerpo central más reconocible e interesante con esos sonidos ambientales, pero con un final aburrido.

Igual es que nos faltan muchas escuchas de Crack-Up, pero tengo que reconocer que me he quedado frío. Era uno de mis discos esperados del año y suena en algunos momentos pretencioso. Pecknold muestra en partes del disco que sigue manteniendo la inspiración, pero en otras parece que está buscando una nueva dirección, algo totalmente legítimo por otra parte. En fin, le seguiremos dando algunas oportunidades más.