No cabe duda que Taylor Swift es una de las principales estrellas del Pop de la última década. Swift dio el salto del Country con toques Pop al Pop sin paliativos. De aspirar a ser la nueva Shania Twain a otro camino muy ecléctico que le colocó en lo más alto de las listas. Con Red (2012) se dio ese salto, con la ayuda de productores y compositores como el imbatible Max Martin. Y luego llegó 1989 (2014) con canciones tan perfectas como «Shake It Off». También estaba ahí ya Jack Antonoff, que será clave en esta historia. Con Reputation en 2017 siguió en ese camino de eclecticismo. Lo mismo se puede decir del Lover de 2019, más luminoso que el anterior. Swift se ha convertido en esa estrella global pero puede que le falte algo, aunque canciones tiene. Por sorpresa, sin avisar, llega el típico giro que hacen algunos artistas en la búsqueda de un reconocimiento simbólico y publica un Folklore que incide en sonidos atmosféricos y ambientales, muy oníricos. También son los típicos trabajos que son calificados como «de madurez». Desde la portada y las imágenes, preciosas, todo rezuma una especie de trascendencia. A su lado, sigue Jack Antonoff y se incorpora Aaron Dessner de The National, que se reparten las tareas compositivas junto a la propia Swift. Además, colaboran Bon Iver en uno de los temas. ¿Es un buen disco?, sin duda alguna, sí. ¿Una obra maestra como ha dicho parte de la crítica?, no. A Swift le sale un buen trabajo con algunos momentos conseguidos, pero también con valles profundos, lastrado por una excesiva duración y un elevado número de temas, diecisiete, entre los cuales algunos se hacen monótonos y aburridos. Sin duda alguna, Folklore y todo lo simbólico que le rodea, desde esas preciosas imágenes, inciden en aspectos de la posmodernidad que son bien conocidos. Introspectivo, ya desde el título nos encontramos con una representación, una representación de lo que entienden los autores del disco que tendría que es el «folklore». Además, no está de menos incidir en querer romper con esa banalidad supuesta del Pop que estaría presente en otros discos de Swift mientras que aquí nos adentramos en lo onírico. Un buen disco, por supuesto, interesante y una muestra del talento de Swift.
El comienzo es para «The 1», una canción muy atmosférica y bien construida que también se orienta hacia el Pop. Uno de los momentos cumbres del disco es «Cardigan» que se escora hacia los sonidos de The National, no en vano participa en la composición Dessner, y siguee incidiendo en todo el tono ambiental del disco. El tercer corte es para «The Last Great American Dinasty», un título que incide también en una cierta ambición, que curiosamente aporta sonidos más Pop aunque siempre dentro del contexto del disco. Otro de los platos fuertes del disco es «Exile», con Bon Iver, y con la composición de Swift, Justin Vernon y William Bovery. Una canción que encajaría en cualquier disco de Bon Iver y que juega con la introspección, una muy buena canción. «My Tears Ricochet» es la única canción compuesta por Swift en solitario y muestra un tono intimista y con un piano como prácticamente instrumentación, junto con algunas bases electrónicas mínimas. «Mirrorball» supone el primer tema escrito por Antonoff, es más luminosa y más Pop, tiene algunos elementos del sonido anterior de Swift. A partir de aquí, entramos en una especie de valle con canciones que van transitando entre los intentos de alcanzar la calidad anterior y otras más insustanciales. «Seven» estaría entre las primeras, vuelve a darle el protagonismo al piano pero luego avanza hacia tonos más del disco. «August» tiene un punto atractivo, también estaría entre las primeras, aunque se queda a medio camino con una Swift más accesible. Y «This Is My Trying» se convierte en un ejemplo de las canciones que podría haberse ahorrado, cuerdas, efectos y ecos que quieren crear una serie de capas y que se queda a medio camino.
El minimalismo se hace aburrido con «Illicit Affairs», más plomiza si cabe. Se recupera con «Invisible String», más animada y vital con las bases electrónicas mejor construidas. Pero, de nuevo, el tono baja con la más irrelevante «Mad Woman», de nuevo con el piano como contrapunto. No levanta la ambiental y atmosférica «Epiphany». Pero, sin embargo, «Betty» nos devuelve a la mejor Swift en una canción que tiene el tono más Folk, es más orgánica, no tan atmosférica y más armónica, una de las mejores canciones del disco sin duda. Sin embargo, «Peace» regresa a las limitaciones del disco, para mí la canción más floja de todo el disco. Crece un poco «Hoax» que adopta de nuevo el tono minimalista con el piano e insiste en el tono atmosférico, pero que tampoco levanta. El cierre es para una canción extra como es «The Lakes», un buen tema que regresa a ciertos tonos Pop y que le quedan muy bien a Swift.
Folklore fue recibido por la crítica como una obra maestra, también por las ganas de buscar una referencia clara para un estilo que se enrosca en sí mismo. Swift ha realizado un ejercicio de estilo y no le ha quedado mal, insistimos en que es un buen disco pero que se le ha ido muy largo, con algunas canciones que sobran. ¿Punto de inflexión en su carrera o momento anecdótico?, el tiempo dirá.