Las salas de cine se están llenando para ver el biopic de Freddie Mercury y Queen, titulada como no podía ser de otra manera como Bohemian Rhapsody, uno de sus clásicos y una canción que les define. Hablar de Queen, como hemos hecho en otras ocasiones, es hacerlo de una banda que perdió casi todo su capital simbólico a partir de la segunda mitad de los noventa. Queen nunca contaron con el beneplácito de buena parte de la crítica y representaron buena parte de los peores clichés del Rock y el Pop de estadio. Pero, por otra parte, Queen tienen mucho mérito, grandes canciones, buenos discos en los setenta y un sentido del espectáculo incontestable. Vale, no vamos a defender canciones como «Radio Ga Ga» y su tremendismo y barroquismo podían llegar a agobiarte (aunque mucho menos que alumnos aventajados como Muse). Sin embargo, negar el impacto de Queen en la cultura popular también es un error. Queen son una banda que traspasa las generaciones y, para los que nos socializamos en los ochenta y noventa, cuando éramos niños y adolescentes, hay imágenes que están vinculadas a Queen: sus vídeos (¿quién no recuerda «I Want to Break Free»), la famosa intervención en el Live Aid en 1985, el directo en Wembley, el impacto de la muerte de Freddie Mercury y el grandísimo concierto de homenaje meses después de nuevo en Wembley con Metallica, Guns ‘N’ Rose, Def Leppard, David Bowie, Elton John, George Michael, Roger Daltrey, Robert Plant, Tony Iommy, Annie Lennox, etc. (ni sé las veces que vería aquel concierto en aquellas cintas de VHS, además de hacerlo en directo, porque fue retransmitido por La2 y el locutor llamaba a Axl Rose Al Rose, pero esa es otra historia). Vale, luego sus canciones han sido machacadísimas y Brian May y Roger Taylor se han dedicado en estas décadas a explotar el legado de Queen, John Deacon se bajó del barco muy pronto. Al final, la relación con Queen es de amor – odio pero acabas disfrutando de «Under Pressure», «Bohemian Rhapsody», «Don’t Stop Me Know», «We Will Rock You», «Innuendo», «Somebody to Love», «Another One Bites the Dust», etc…pero no de «Radio Ga Ga».
Quería ver Bohemian Rhapsody, un retorno a la adolescencia sin duda alguna, una película que superaba las dos horas y que no había estado exenta de polémica con su director, el reputado Bryan Singer que no llegó a acabarla aunque la firma. La película tiene cosas buenas, es muy entretenida, si te gusta Queen todo te lo sabes y no hay sorpresas que valgan. También hay que destacar cómo emplea las canciones y el momento de situarlas. La interpretación de Rami Malek como Freddie Mercury está muy conseguida, un papel complicadísimo como todo lo que sea interpretar a un artista de ese calibre, y el final con la recreación de su mítica actuación en el Live Aid (aunque lo mejor habría sido poner la original para captar el momento) es muy emotivo. Pero, la película no deja de ser una hagiografía en toda regla, muy pulida y «blanqueda». Las enormes contradicciones de la vida de Mercury se apuntan sutilmente, debieron pensar que ya nos lo sabemos y que vale con mostrar dos o tres pinceladas que nos recuerden su vida. No aparecen sus fracasos y bajos niveles creativos, que hay bastantes, o situaciones muy controvertidas como sus actuaciones en la Sudáfrica del apartheid, de hecho el Live Aid les rehabilitó en ese sentido. Pero donde la película falla, e igual es un indicador del tipo de cine que tenemos, es en un guión un tanto deslabazado que va mostrando escenas de la vida de Mercury y Queen. Vale, dos horas y pico no dan para mucho más, pero por momentos hay saltos que, bueno, quedan un poco así. También la historia se resiente en el tratamiento del resto de integrantes de Queen, si May, Taylor y Deacon han aceptado esto es para hacérselo mirar (los actores están bien y destacan el mimestimo que alcanzan con los originales en sus actuaciones), y algunas escenas casi son sonrojantes. Y lo mismo se puede decir del papel que juega el ayudante y amante de Mercury, Paul Prenter, que es un «villano» estereotipado. Tampoco convence la explicación de la relación entre Mercury y Mary Austin, su novia en los setenta, amiga hasta el final y heredera, bien interpretado por Gwilym Lee.
Todas estas limitaciones no restan valor a un rato entretenido en el cine, una vuelta a la adolescencia cuando Queen nos parecía lo más, junto al peso de la nostalgia correspondiente. El final, con la ya señalada recreación de la actuación del Live Aid, es un gran cierre para uno de los grandes momentos de Queen y Mercury, aunque se dejan los restantes seis años hasta su fallecimiento cuando todavía sacarían The Miracle (1989) y el crepuscular, barroco y definitorio Innuendo (1991) con un Mercury ya en fase terminal. Miramos desde hace mucho tiempo a Queen con un cierto desdén pero no está de más recordar las cosas buenas que hicieron, no fueron pocas. Aquí, mientras tanto, nos quedamos con el Live Aid original, el que tendrían que haber puesto en la película (y con todas las canciones que tocan).