Resulta muy difícil desligar la composición y grabación de los dos últimos álbumes de Nick Cave & The Bad Seeds de la tragedia personal que supuso el fallecimiento con quince años de uno de los hijos de su líder en el verano de 2015, al poco de iniciar las sesiones de grabación de un ‘Skeleton Tree’ que quedó inevitablemente teñido por el luto y con el que profundizaban en una restrictiva vía de expresión musical. En ‘Ghosteen’ prolongan ese austero dramatismo sonoro con unas canciones compuestas ya desde la asimilación del sufrimiento y el esfuerzo por sobrellevarlo y atisbar el consuelo.
Particularmente apoyado en un omnipresente Warren Ellis, junto al resto de componentes de la banda Cave enfrenta su drama con una transparencia que sobrecoge. Derrama su poesía sobre un lecho de notas que fluyen sin pautas, al ritmo que dictan los sentimientos, y vuelve a prescindir de estructuras tradicionales para expresarse sin guías ni ataduras. De nuevo dominan los teclados en diferentes versiones (órganos, pianos, wurlitzer, sintetizadores) creando unas atmósferas que también contienen coros y esporádicos arreglos electrónicos y orquestales junto a la principal y extraordinaria versatilidad vocal de Cave cantando y declamando contra el dolor y dejando asomar momentos de una belleza única.
Sin duda que debe de haber supuesto un enorme esfuerzo creativo el hallazgo de esta arriesgada vía de expresión, alejada de reglas y sistematismos, cuyo universo de apariencia monocorde y pausada puede requerir de una especial disposición receptiva, pero merece realmente la pena el esfuerzo. De entrada encontramos una primera conexión directa con el ‘Skeleton Tree’ y sentimos los primeros escalofríos en los coros finales de Spinning Song. Piano, coros y cuerdas acompañan el ascenso hasta la euforia del amor en que desemboca Bright Horses que, al igual que Waiting for You, encoge el corazón con una interpretación vocal contenida y desarmante. Unas campanas a modo de bajo acompasan la atmosférica Night Raid cuya letra pueblan sugerentes imágenes, y Sun Forest se abre con una larga intro de suaves efectos electrónicos antes de que piano y coros nos pongan en situación casi litúrgica hacia el final. Algo alucinada transcurre Galleon Ship, también solemne, como la desesperada busca del descanso para el alma deshecha que parece emprender al órgano de Ghosteen Speaks antes de cerrar la primera parte susurrando un amor frágil a través de las sombras que crean las tablas, órganos y coros de Leviathan.
La segunda parte se abre con cuatro minutos de intro para Ghosteen, que avanza solemne e intensa sobre la gravedad del órgano antes de que el piano guíe lo que parece un estribillo orquestal y coral hacia el desahogo narrativo de la mitad final. Fireflies hace de discurso puente hacia Hollywood en la que, tras otra dilatada intro, suenan unos coros espectrales acompañando la creciente convicción lírica, la fuerza de un discurso que gana fuerza a medida que avanza hasta abandonarte exhausto tras catorce minutos de sentir descarnado.
Parecen siglos los que separan los discos precedentes del ‘Push the Sky Away’, con el que iniciaban en 2012 su andanza en pos de una nueva expresividad de mínimos absolutos, del punto que han alcanzado en este excelso ‘Ghosteen’. Resulta difícil encontrar en la música actual una ceremonia tan mística a la vez que certera como esta, asimilable en ambición y calidad a grandes obras como las que nos legaron en sus últimos años David Bowie o Leonard Cohen, con la que Cave enfrenta la muerte y desafía al tiempo para llamar con más fuerza que nunca a la puerta de acceso al salón de las leyendas.