Último tramo del año 1992 y recuerdo que era un otoño frío y oscuro, acababa de llegar a Bilbao a estudiar Sociología en la Universidad del País Vasco, en Leioa. Todo era nuevo y diferente. Aquel otoño, la versión de «Hey Joe» de Willy DeVille se convertiría en una de las canciones centrales de ese comienzo de una nueva etapa en mi vida. Además, aquel año también me había hecho con una recopilación de Jimi Hendrix por lo que la sorpresa que daba escuchar «Hey! Joe» en clave mariachi era mayúscula. Pero aquella versión de Willy DeVille era, y sigue siendo, una canción excepcional. Pero, ¿quién era Willy DeVille?, la verdad es que entonces no tenía ni idea. Allí estaba él, con esa clase sacada de caballero sureño y medio pirata con un buen disco, Backstreets of Desire, y ese single que pegó muchísimo en España. Luego descubrí que DeVille había sido el líder de Mink DeVille, formación de los setenta y primeros ochenta que hacía bandera del Rock & Roll más clásico y de otras influencias que iban desde el Soul hasta el sonido Cajún de New Orleans y un sentido cabaretesco que nunca faltaría en la carrera en solitario de DeVille. No tuvieron suerte los Mink DeVille a pesar de estar en una compañía como Atlantic pero no era el sonido de los ochenta, siendo más reconocidos en Europa que en Estados Unidos. Willy DeVille comenzó su carrera en solitario con Miracle (1987), producido por Mark Knopfler, para desplazarse luego a New Orleans ciudad con la que sería identificado en no pocas ocasiones, pero tampoco su carrera lograría despegar en los noventa y su estrella se iría apagando hasta fallecer por una terrible enfermedad en 2009 y tras haber pasado también por diversas adicciones. DeVille no sólo era un grandísimo compositor sino que también era un cantante sobresaliente, apasionado y con una voz inconfundible. Y con mucho estilo, desde esa imagen cuidada y elegante que hemos señalado, hasta evidentemente su música. Sin embargo, en esa primera mitad de los noventa del siglo XX, Willy DeVille consiguió triunfar en España con un directo del que se cumplen veinticinco años, Live (1993), y que le otorgó un hit como «Demasiado Corazón», cabecera durante muchos años de un famoso programa sobre el mundo del corazón (perdón) en Televisión Española. Aquel Live sólo se publicó en Europa a través de FNAC y la portada de mi CD tiene impresa la leyenda «Larga duración» (¿era necesario?). Grabado en el Olympia de París, abarrotado, y en el The Bottom Line de New York, el disco es una barbaridad, un cancionero imbatible y acompañado por una banda en estado de gracia con inevitable sección vientos incluida (por cierto, en la que estaba el mítico Tom «Bones» Malone de The Blues Brothers), con un Willy DeVille enorme repasando los mejores temas de Mink DeVille, con toda su paleta de sonidos disponibles. Por cierto, que en el disco la banda se llama Mink DeVille Band, en recuerdo a su formación primigenia. Un disco eterno, como el propio Willy DeVille que recordamos en Los Restos del Concierto.
«Lilly’s Daddy’s Cadillac» da el inicio con una mezcla Soul y R&B fantástica que tiene su continuación con «This Must Be the Night», toques springsteenianos en un medio tiempo ascendente en el que canta DeVille de forma excelente y con el saxofón de Mario Cruz tomando un protagonismo que no abandonará en buena parte del disco. «Savoir Faire» sigue en la línea del comienzo, no bajan el ritmo y aquí los sonidos se acercan al Rock & Roll más clásico en el que abundan con la versión de «Cadillac Walk» que habían realizado los Mink DeVille años atrás, una canción a la que DeVille le da su toque. Tras un comienzo apabullante, llega uno de los tres temas que tocarán de la carrera en solitario de Willy DeVille, «Bamboo Road» que pertenecía a su disco de 1992 ya señalado, y que es un medio tiempo de corte latino. Con «Mixed Up, Shook Up Girl» introduce un punto baladístico que aquí le queda impecable y emocionante, el contrapunto de la guitarra española le otorga una elegancia al tema donde sobresale de nuevo su voz. «Heart and Soul» es una canción con el tono latino de nuevo y en la que destaca el acordeón, un tema de los mejores de su carrera, demostrando que se movía muy bien en toda clase de registros. «Can’t Do Without It» es una canción también de su carrera en solitario y es también sobresaliente, escorada hacia el Soul y realizándola a dos voces con uno de sus coristas, The Valentine Brothers.
«Maybe Tomorrow» nos recuerda de nuevo al Springsteen de sus inicios, con Mario Cruz tomando el protagonismo en el saxofón una vez más, siendo una de mis canciones favoritas. «I Must Be Dreaming» tiene el punto Pop de los ochenta pero DeVille canta con una gran intensidad y en «Heaven Stood Still» te pone la carne de gallina, un tema muy desnudo y emocionante con ese violín de acompañamiento. El cierre del disco es una barbaridad, una sucesión de cuatro canciones que comienza con la interpretación canónica de «Demasiado Corazón», un tema de Salsa en la que se salen con esa percusión y el solo de trompeta como momentos cumbre. Le sigue, en una mezcla de Rock & Roll y sonidos latinos, la impresionante «Spanish Stroll» y le toca el turno a la versión de «Stand By Me» de Ben E. King que Willy DeVille borda con su forma de cantar. Y no podía haber otro final que «Hey! Joe» en clave mariachi, un fin de fiesta inolvidable para un disco que también lo es.
Músico más valorado por los propios músicos, Willy DeVille mostró en este disco en directo su clase. Poco después, su discografía se iría espaciando en unos años en los que no pasaba un buen momento. Con el viento a favor todavía, Loup Garou (1995) mostraba su gusto por el mestizaje y Atlantic aprovechaba en 1996 para sacar un interesante recopilatorio bajo el título Love & Emotion: the Atlantic Years, en el que se repasaba la carrera de Mink DeVille en ese sello. Desde entonces, DeVille sólo publicó tres discos de estudio y algún directo. Las imágenes del último tramo de su vida nos muestran a un Willy DeVille con una estética diferente, de corte nativo americano, y con las huellas de la enfermedad reflejadas en una extrema delgadez. Lejos quedaba el dandy con pinta de pirata que se paseó por las televisiones españolas de 1993 a 1994 y cuyo hit «Demasiado Corazón» sigue siendo reconocible. No tuvo suerte el bueno de Willy DeVille y por eso también no hay que dejar de recordar sus enormes canciones.