Ya hemos apuntado en varias ocasiones lo inusual de la trayectoria que llevó al quinteto de Ohio hasta la preponderante posición que hoy día ocupan de manera irrebatible. Siempre han contado con el favor de la crítica, pero no sería hasta sus tres primeros discos tras sus dos autoeditados que cosecharían una mayor atención del público; así, y paulatinamente, con «Alligator» y «Boxer» afianzaron un sonido y ensancharon una audiencia que en 2010, con la publicación del que nos ocupa, consolidaría la masiva aceptación de su propuesta.
La recompensa a una trayectoria constante, tenaz y evolutiva les alcanzaría con mayor evidencia tras este «High Violet», a partir del cual sus pasos no han dejado de confirmar el talento y la originalidad que cada vez les ha llevado más lejos creativamente hasta fructificar en su excitante última entrega «I Am Easy To Find».
Virtuosos músicos, como han demostrado los gemelos Dessner cuya formación clásica tanto han desarrollado en diferentes proyectos, o de la relevante sección rítmica compuesta por los hermanos Devendorf, siempre se han hecho cargo también de la producción (generalmente apoyados en Peter Katis hasta esta que sería su última colaboración) y se han servido de colegas para redondear sus grabaciones (en esta ocasión aparecen colaboraciones como las de Sufjan Stevens, Nico Muhli, Richard Reed Perry o Justin Vernon). No hay duda de que los inconfundibles tono y fraseo de Berninger han contribuido sobremanera a caracterizarles, pero sus cuidados arreglos, la originalidad de sus guitarras y la contundente aportación del ritmo, además de unas letras no demasiado optimistas en general (mayormente escritas por Matt Berninger), también han hecho mucho por conformar su música y consolidarla a base de repetidos aciertos.
Lanzado en mayo de 2010 con el sello 4AD, al que pasaron a pertenecer tras la fusión de este con Beggars Banquet (su anterior sello), con él traspasaron la puerta que habían abierto con «Boxer», multiplicaron su exposición y sus cifras y se apropiaron de una posición que han sabido mantener e incluso reforzar con sus tres discos posteriores y desde la que, lentos pero seguros, han continuado experimentando en la última década con libertad, mesura e indudables hallazgos.
En «High Violet» ya se adivinaban algunas de sus inquietudes sonoras futuras, pero aún mantenían el empuje de una banda en pleno crecimiento. En la estupenda apertura con Terrible Love desarrollaban las atmósferas elaboradas y pesadas, las guitarras rugosas y el ritmo omnipresente, y los coros y el piano caldeaban el ambiente para cerrar una Sorrow más reposada. En Anyone’s Ghost conceden protagonismo a la sección rítmica y añaden arreglos de cuerda a su vena postpunk para obtener una gravedad que mantienen en Little Faith, brillante con la aportación de los metales y su ascenso hasta el desgarro final. El protagonismo rítmico persiste en Afraid Of Everyone, que hace referencia a las dificultades de la primera juventud, y que cuenta con los coros de Sufjan Stevens y Justin Vernon (Bon Iver) y originales calambrazos de guitarra, para luego romper con el que sería el contundente sencillo de lanzamiento Bloodbuzz Ohio.
En Lemonworld suenan recónditos y menos incisivos y con Runaway hacen una pausa cálida e inspiradora que los metales elevan a un final muy emocionante. Thomas Bartlett, Richard Reed Perry o Nico Muhly aparecen en los créditos de Conversation 16, cuya orquestación y percusión finales sobrecogen. Y para acabar dos joyas más: una fantástica England lucida por el piano, de dilatadas percusiones y un final grandioso, y la maravillosa balada Vanderlyle Crybaby Geeks, resonante y llena de emoción, con la que acostumbraban a cerrar muchos de sus conciertos.
Cumplida la década, para lo que han editado un doble vinilo conmemorativo, y echada la vista atrás para recuperar este disco, que supuso para muchos el primer contacto con una banda hasta entonces velada por la inseguridad que generaba la tristona primera impresión de su propuesta, se sigue percibiendo la pujanza de un álbum erigido como estandarte de su inteligente evolución. Hoy The National siguen brillando y exprimiendo las riquezas de una madurez que debe darles para poco más; a sus discos de 2017 y 2019 hay que añadir los proyectos que todos y cada uno de sus componentes desarrollan al margen de la banda gracias, en parte, a la consolidación que supuso el definitivo reconocimiento cosechado hace diez años.