De la nómina reciente de nuevos compositores clásicos, un panorama pujante al que hemos intentado seguir la pista desde aquí en los últimos años, puede que el que más éxito haya recabado sea este alemán afincado en Londres que tanto en sus ocho referencias previas en solitario como en algunas de sus numerosas bandas sonoras para películas («Vals con Bashir», «Ad Astra»…) y series («The Leftlovers», «Black Mirror»…) ha sido capaz de crear atmósferas penetrantes con una maestría única.
Este noveno trabajo lo ha dedicado a rememorar (algo siempre aconsejable) y homenajear a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Es un trabajo iniciado hace diez años para el que, además de una importante orquesta (que él mismo ha denominado al revés ya que está dominada por cuerdas graves), ha contado con la participación como narradora de la actriz afroamericana Kiki Layne quien junto a otras treintaydós voces en diferentes idiomas (entre las que se incluye la de Eleanore Roosevelt como principal impulsora de la Declaración) intercalan su lectura con diez piezas de una intensidad dispuesta para emocionar.
Con una orquesta como la mencionada compuesta por casi sesenta instrumentos, de entre los cuales Richter se reserva todos los teclados, además de la soprano Grace Davidson y un coro de doce voces añadiendo un hermoso componente vocal, el disco contiene una doble presentación de la obra que incluye una versión surcada de las voces lectoras y otra plenamente instrumental.
Lo abre All Human Beings que, tras un largo y modesto ascenso orquestal, cede el protagonismo al violín y unos coros ambiciosos, densos y emocionantes. A continuación el piano abre Origins hasta que un chelo hace su entrada y multiplica la emoción, y Journey Piece inquieta con su breve atmósfera vaporosa. Chorale es una de las piezas mayores; aparece la soprano entre profundas percusiones y ambiciosos arreglos orquestales para ir desmontando el inicial ambiente de relajación con un irrefrenable ascenso de la emoción.
Hypocognition es un interludio que contiene de los escasos elementos electrónicos antes de dar paso a Prelude 6, romántica pieza al servicio del piano. Murmuration también incluye algún sonido sintético, además de un órgano que multiplica la intensidad ambiental, y Cartography se limita a un piano de tintes melancólicos. Para terminar se reserva las dos composiciones más dramáticas: una Little Requiems en la que la orquesta arropa con emocionante suavidad a la soprano (en un canto sedante que recuerda a las de su disco «Sleep» de 2015) y una preciosa Mercy en la que piano y violín solitarios avanzan hacia unos dramáticos y agudos pasajes finales.
No cabe duda de que Richter ha desarrollado un sello propio en el que incide con este nuevo disco. Quien lo conoce y lo ha disfrutado sabe lo que va a encontrar en «Voices»; intensidad minimalista y emociones profundas desarrolladas con sutileza y ambición a partir de instrumentos clásicos (apenas utiliza la electrónica en esta ocasión). Otra buena noticia para los seguidores de la excitante corriente neoclásica que, si bien sus representantes no son ni numerosos ni demasiado visibles, sí que componen una generación sobrada de talento y sensibilidad de la que, sin duda, Max Richter es un exponente principal.