Año 2005, el momento de consolidación del «Americana». Una vez que Wilco habían modernizado el estilo y que Ryan Adams lo había capitalizado, nos encontramos en esos años en los que iban surgiendo artistas que se colgaban la acústica y tiraban de la mezcla del Folk, el Country y el Rock. Unos años fructíferos que darían lugar, años más tarde, a un movimiento estético que se iría desconectando de la vertiente musical y que se denominaría «hipster», pero esa es otra historia. Volvemos a 2005 y a un chico muy joven que viene dando guerra. Conor Oberst (1980) tiene un grupo llamado Bright Eyes con el que lleva casi una década publicando discos. Debutantes en 1998, su sonido transita desde el Folk al Emo, esa otra corriente que también tuvo su momento. Pero Oberst apunta lejos, posee también una elevada productividad y va sacando discos mientras Bright Eyes van modulando su sonido más hacia el «Americana». Con Mike Mogis y Nate Walcott como miembros estables en la actualidad, Bright Eyes llega a un 2005 en el que sacarán dos discos: el que nos ocupa, el excelso I’m Wide Awake, It’s Morning, y el experimental y electrónico Digital Ash in a Digital Urn, lo que muestra una versatilidad mayor que otros compañeros de generación, o que se adelantó una década a la misma.
El caso es que a Bright Eyes esta doble apuesta, pero especialmente el primer disco, les proporciona una mayor visibilidad, y a Oberst también. Y es que siempre es un marrón que te pongan una etiqueta en comparación con alguna referencia, pero es peor si la misma es tipo «nuevo Dylan», «nuevo Springsteen», «nuevo Prince»…id sumando. A Conor Orbest le pasó algo parecido con Dylan. Recuerdo artículos de aquellos años en los que se indicaba que Orbest era el «nuevo Dylan». La imagen de Oberst, tímido y discreto, podía ayudar en esa comparación, así como la estética que rezumaba I’m Wide Awake, It’s Morning, incluida la preciosista portada. Para el disco contaría con la colaboración de su amigo Jim James y de toda una Emmylou Harris, entre otros.
«At the Bottom of Everything» es un comienzo muy relevante, un tema Folk en el que Oberst frasea por momentos y que cuenta con la colaboración de James en las voces. Sin embargo, en «We Are Nowhere and It’s Now» apunta hacia una melancolía profunda con Harris como contrapunto, una canción muy desnuda y emocionante. «Old Soul Song (for the New World Order)» es su mejor tema, letra comprometida y sonido crepuscular, con Oberst muy intenso y con pedal steel incluido a cargo de Mogis. «Lua» es una canción más desnuda e intimista, preciosa y sencilla, con una nueva interpretación fascinante de Oberst. La primera cara del disco se cierra con otro corte tremendo, «Train Under Water», una melodía que va «in crescendo» y que cuenta con una buena producción.
Tras una primera parte incontestable, la segunda no se queda atrás y se inicia con una vuelta al Folk minimalista que es «First Day of My Life», un tema de guitarra y voz para lucimiento de Oberst. «Another Travelin’ Song» nos devuelve a Harris con un sonido Country más clásico, imitación del ferrocarril incluido, un acierto sin duda que también le conecta con los trovadores del pasado. El juego de voces de Harris y Oberst es emocionante en «Land Locked Blues», una canción que comienza de forma minimalista con el único acompañamiento de la guitarra acústica y que luego sube con la incorporación de la trompeta de Walcott. «Poison Oak» es otra de las grandes canciones del disco, va creciendo en intensidad y con la voz de Oberst ganando fuerza a medida que avanza la canción. Y no le queda a la zaga la más épica «Road to Joy».
Reconozco que este es uno de los discos que más me gustó de 2005, y que me hizo despertar el interés por un Conor Oberst que mostraría que eso de las etiquetas no iba con él. Ya hemos comentado que su otro disco de ese año como Bright Eyes fue electrónico, aunque no obtuvo la misma valoración de la crítica, o al menos no tan entusiasta. Con Cassadaga (2007) se mantuvo en las expectativas creadas pero Oberst ya tenía otros planes. En 2008 publicó un fantástico disco homónimo en solitario, un disco que seguía la misma senda que Bright Eyes y que grabó en México, y un año después seguiría con Outer South. Ambos los haría con un grupo al que bautizaría como The Mystic Valley Band. Ese mismo año se embarcaría en un súper grupo del Folk contemporáneo con Jim James (My Morning Jacket), M. Ward y Mike Mogis, aunque sólo publicarían ese disco. Y en 2011 regresaría con Bright Eyes con un punto más electrónico y Pop en The People’s Key, disco que presentaron en el Azkena de ese año. Es la última referencia de la banda, aunque se ha anunciado su vuelta en este 2020 tras un parón de casi una década. Mientras tanto, Oberst ha seguido con su carrera en solitario y en 2019 formó Better Oblivion Community Center con Phoebe Bridges con el que publicaron disco homónimo. Esperemos que Bright Eyes retornen con fuerza, sea en la vertiente más Folk o en la más Pop, porque siempre nos parecieron interesantes, como todo lo que ha hecho Oberst, aunque está claro que pasó de la etiqueta del «nuevo Dylan». E hizo bien.