Mientras se prolonga indefinidamente la espera de nuevo material de Sigur Ros, iniciada hace casi ocho años con la publicación de ‘Kveikur’, ve la luz un material que inexplicablemente no había sido publicado antes. Se trata de una obra compuesta en 2002, a partir de un poema clásico islandés y por encargo del Festival de las Artes de Reykjavik, en colaboración con otros artistas de su país como el músico Hilmar Örn Hilmarsson, el pescador y narrador tradicional Steindór Andersen (cuya voz caracteriza muchos de los principales pasajes) o María Hudd Markan Sigfúsdóttir (miembro de la banda Amiina). Grabado en directo en 2004 en París con la participación de la Orquesta de Laureados del Conservatorio Nacional de París y el coro islandés Schola Cantorum, es un testimonio privilegiado de los más fructíferos e inspirados años de la banda islandesa que a su vez muestra su cara más sinfónica y les aleja parcialmente de la vertiente postrockera que les dio a conocer. Una original combinación de elementos orquestales, tradicionales islandeses (un escultor fabricó una marimba con láminas de piedra para interpretar algunos de sus pasajes de percusión) y rock que, en un directo magistral, crean una increíble atmósfera mítica.
Prologus es el extenso intro orquestal, primer acercamiento inalterado, con breves accesos de oscuridad orquestal, antes de que en la reposada Alföður orkar (pido disculpas por mi pobre ortografía islandesa) haga su aparición la enigmática voz de Andersen acompañada por poderosos coros. Más tarde descubrimos las percusiones a que hice antes referencia en Dvergmál, que producen un efecto minimalista al que va acumulando energía los añadidos componentes rock. Con similares ingredientes Stendur æva va ganando intensidad poco a poco, hasta que la aparición de los coros y de la voz de Jonsi (en ese idioma propio que es el ‘vonlenska’) la elevan a mayores cotas de emoción, del mismo modo que la instrumental Áss hinn hvíti alcanza un grandioso final. Hvert stefnir es un logro estremecedor de unas austeridad y rudeza que van atenuando despacio las cuerdas, a la que sigue la melódica y bella demesura de Spár eða spakmál con sus preciosas voces angelicales combinadas con la de Jonsi y Andersen. El cierre lo pone otra enorme Dagrenning con sus magníficas orquestaciones y arreglos clásicos y su emocionante atmósfera de epopeya que acaban por desbordar los ingredientes rock. Después llega una larga ovación que nos devuelve a la realidad tras más de sesentaycinco minutos evocadores y legendarios.
Enorme grabación, excelsa producción, concebida en la época de mayor auge de la banda, que deja el nostálgico sabor de unos años y unas cotas que poco a poco han quedado atrás. En 2013 se bajarían del escenario y les perdimos la pista a todos excepto a Jonsi, cuya carrera en solitario tuvo su último capítulo el pasado año. Desde entonces uno no ha dejado de disfrutarlos y ha podido apreciar a través de la escucha de su discografía la enorme talla de estos músicos y la vigencia de una producción que nos ha hecho un último (quién sabe) regalo en forma de maravillosa e insospechada adenda.