Hay pocos letristas en la actualidad del nivel de Pablo Und Destruktion, tampoco hay muchos con su capacidad dramática, no conozco ninguno con esa hosca sensibilidad de quien no renuncia a la ternura a pesar de los palos. Después de alcanzar relevancia en 2015 con «Vigorexia emocional» (en realidad era su tercer largo), de noquear al personal a base de su folk emocional y su rotundidad lírica, llegaría un siguiente capítulo del proyecto con «Predación» en 2017 que debía ponerle fin, algo que ha incumplido en parte al continuarlo, aunque lo ha hecho con unas coordenadas distintas a las que le proporcionaron la notoriedad. Entretanto estos tres años le han servido para publicar su primera novela («La bestia colmena», Hurtado y Ortega 2018) y, por suerte y por lo visto, para replantearse su carrera musical.
El disco comienza lúgubre antes de que entren tenue la guitarra y lenta la banda en El cortejo, a continuación recupera la emoción del folklore en la nostálgica Gijón, de lo mejor del disco. Credo paisano es solemne y melancólica en su desarrollo e intensa en el desenlace, y en Problemas también suena intenso apenas con la guitarra acústica. Gracias es tan preciosa como sencilla y su letra es certera y emocionante. Viva la gente se desarrolla desnuda para enrabietarse en el estribillo y Ser profesor suena más rítmica y se acerca a un pop oscuro. Por último La reyna eleva el nivel de crítica social entre guitarras melódicas y ritmos graves y la tenebrosa Bastante echa el cierre tratando el amor y la derrota.
En la onda del último de Josele Santiago pero más apegado a la canción tradicional, el disco está muy bien y sin duda que merece ser motivo del regreso del cantautor asturiano. Sí que cabría pedirle (otra vez) un poco más de esmero en la presentación, cuyas letras y créditos son ilegibles, pero eso es secundario y lo importante es que ha vuelto a grabar recuperando su espacio y demostrando que mantiene el pulso creativo tras este ligero viraje acústico que le ha sentado estupendo.