Vamos con otro disco que cumple años (veinticinco) para recordarnos lo mayores que somos y también lo afortunados por la música que nos tocó disfrutar. En este caso el segundo disco de Radiohead, un «The Bends» con el que supieron reaccionar con rapidez a los cantos de sirena provocados por su debut y especialmente a la repercusión mundial de su canción Creep.
Tres años después de estrenarse más que honrosamente con «Pablo Honey» y uno después del epé «My Iron Lung», primer intento por desmarcarse de la etiqueta que rápidamente les habían colocado para identificarlos como la extensión británica del grunge, fruto de un desencanto y de algunos guitarrazos que también les hacían extraños al britpop reinante en su tierra, «The Bends» fue una maniobra aún más agresiva e inteligente, y por supuesto más atinada y efectiva. Podría decirse que con él vislumbraron un camino para transitar en el futuro y supuso un avance del encumbramiento definitivo que alcanzarían con el lanzamiento en 1997 del «Ok Computer». Aún sujetos a las estructuras clásicas del rock pero más profundos y críticos, ya podían apreciarse unas interpretaciones más conjuntadas fruto de la decisión de crecer como banda, y en unos meses comenzaron los reconocimientos.
Producido por John Leckie, que había alcanzado enorme prestigio por su trabajo en el debut de The Stone Roses, en colaboración con un joven ingeniero llamado Nigel Godrich (de quien no volverían a separarse), además de la canción My Iron Lung ya presentada en el epé del mismo nombre, el listado incluía otras once de entre las que escogieron High and Dry como primer sencillo, una pieza enorme y llena de sensibilidad y emoción que mantiene el gusto por las guitarras y en la que la voz de Thom Yorke comienza a mostrar todo su potencial. En la misma onda lanzaban a continuación la inmensa Fake Plastic Trees, arreglada con sutiles cuerdas para acompañar el ascenso hacia la catarsis eléctrica. Después vendrían Just, que con guitarras más potentes y aguerridas (atención al solo final de Jonny Greenwood) daba el contrapunto a los dos primeros sencillos, y la maravillosa Street Spirit (Fade Out), su mayor éxito después de Creep, en la que retomaban un tono denso y clásico.
Con estas canciones ya habrían acumulado méritos de sobra para ser recordados, pero es que además abrían con Planet Telex, una primera aproximación futurista que desarrollarían en sus siguientes discos, y una estupenda The Bends en la que recordaban a un evolucionado sonido de su primer disco, ambas con importante papel de la sección rítmica. Una Bones que parece más sencilla pero con tremendos rugidos en el estribillo y una Nice Dream con arreglos bellísimos e intensa interpretación. También están Bullet Proof… I Wish I Was, una balsa sonora en la tormenta de emociones general, una Black Star en la que las guitarras dan con todo, para ir terminando con Sulk, cuyo ineludible estribillo destaca entre corrientes de energía desatada.
Rondarían el millón de copias vendidas en su país, otros tantos en los E.E.U.U., de un disco que contribuiría a evitar que se convirtieran en una banda fugaz, y supieron redirigir su carrera con una maestría que culminaría en su disco posterior y se prolongaría en una trayectoria en la que nunca han dejado de innovar y diferenciarse. Hoy día, admirablemente intacta la formación con la que se iniciaron en Oxford en 1985, acumulan un puñado de trabajos memorables y, aunque a veces haya sido injustamente situado en un plano secundario, sin duda que «The Bends» es uno de ellos.