Steven Van Zandt es uno de los iconos principales del universo de Bruce Springsteen y la E Street Band. Junto con el fallecido Clarence Clemons, representa la imagen de camaradería y comunidad que genera Springsteen, y en el caso de Van Zandt mucho más al ser amigo desde los inicios de sus carreras. Van Zandt abandonó a la E Street Band en 1983 para profundizar en su carrera en solitario, que no alcanzó un gran éxito, a la par que continuaba con sus labores de producción, composición, etc. Además, ¿quién no lo recuerda como Silvio Dante en Los Soprano donde también se notaba su mano en la musica? En 1995 volvió puntualmente la E Street Band para el recopilatorio Greatest Hits y, en el retorno definitivo de 1999, Van Zandt confirmó su reintegración plena en la formación. Desde entonces, y con la errática carrera de Springsteen, especialmente en la última década, a Van Zandt se le ha identificado como el «guardián de las esencias», de ese sonido que Springsteen creó en sus orígenes, deudor del Rock ‘N’ Roll más primigenio, del Soul, etc. Van Zandt recurre al mismo en su carrera en solitario, ya lo vimos en su vuelta a su carrera en solitario con Soulfire (2017) que ya comentamos aquí y que venía a ser una recopilación de canciones que Van Zandt había escrito o coescrito para otros. Ahora, en 2019, regresa como Little Steven and the Disciples of Soul y Summer of Sorcery (por cierto, sus dos primeros discos en los ochenta del siglo XX fueron firmados de la misma forma), conformando un numerosísimo combo (diecisiete músicos, incluido Van Zandt) con coros, vientos, percusión, etc., que dota a su música de un sonido grandilocuente y animadísimo, bebiendo de esas fuentes que decíamos hace unas líneas. Es un disco que entra fácilmente pero, claro, por momentos se resiente, y de nuevo Van Zandt tira de una producción por momentos excesiva y con gusto por algunas variaciones en algunas canciones que restan. Por cierto, que también hay que volver a destacar el diseño de la portada y del disco, en fin, gustos son colores.
Comienza con una «Communion» muy luminosa, con un tono Soul pero de nuevo excesiva en la producción, como si hubiese dos canciones en una. A continuación, «Party Mambo!» apuesta por ritmos latinos y festivos, una canción que gana con las escuchas. «Love Again» es una de las mejores canciones del disco, lo que vendría siendo el sonido que tenían en la primera mitad de los 70 con el poso del Rock ‘N’ Roll más tradicional y la incorporación del inevitable Soul. En «Vortex» incorpora cuerdas y se traslada hacia sonidos más Funk e incluso de la «Blaxploitation» de los 70, convence y cuenta con unos vientos poderosísimos. Con «A Word of Our Own» sigue buceando en las raíces del Rock ‘N’ Roll de los 50 y 60 aunque aquí fallaría un poco su voz y gana en el lado más orquestal de la canción. «Gravity» gira hacia un endurecimiento del sonido.
La segunda parte del disco comienza con «Soul Power Twist» y retorna a lo que mejor se le da, como en «Love Again», siendo otra de las canciones relevantes del disco. No abandona esa vía en «Superfly Terraplane», aunque es más rockanrolera y regresa a ese intento de meter varias canciones en una, mermando la calidad de la misma. Sorprende el sonido a lo Willy DeVille de «Education» y con «Suddenly You» aparece una de las canciones más diferentes del disco, un tema intimista y minimalista, con una instrumentación limitada, con la voz de Van Zandt susurrante y una trompeta de contrapunto. En «I Visit the Blues» tampoco «engaña», hace un Blues pesado y poderoso, con mucha fuerza en las guitarras y con los vientos irrumpiendo. Y cierra con la nostálgica «Summer of Sorcery», es de los pocos momentos en los Disciples of Soul parecen contenidos, aunque la canción va creciendo para darle un tono un tanto más épico.
No cabe duda que Steven Van Zandt disfruta de la música y que sigue encontrándose a gusto en ese sonido de sus comienzos. Obviamente, tiene sus limitaciones pero es un disco para disfrutar y acompañado de una poderosa banda como The Disciples of Soul.