Siempre es bueno volver a Willy DeVille

En la primera mitad de los años noventa del siglo XX, Willy DeVille se convirtió en un artista habitual en España. Obviamente, no de modo masivo pero primero con su versión en clave mariachi del «Hey! Joe» en el disco Backstreets of Desire (1992) que coprodujo Dr. John. Aquello fue un puntazo porque no era habitual una versión de esas características a la par que DeVille aparecía como un pirata o un dandy de New Orleans. Luego llegaría su momento, el ya comentado aquí Willy DeVille Live (1993) que contaba con «Demasiado Corazón», sintonía del programa de Televisión Española Corazón Corazón, la versión del clásico Soul de Ben E. King «Stand By Me» y, obviamente, «Hey! Joe». DeVille era un personaje y descubrimos parte de su trayectoria a finales de los setenta y los ochenta, con Mink DeVille y en solitario, con sus mezclas de Rock, Blues, Soul que luego serían extensibles al Cajún, el Tex Mex o los sonidos más latinos. Producido por Jack Nitzsche o Mark Knopfler, fichado por grandes majors (Atlantic, A&M, Capitol), firmando ya como Willy DeVille a finales de los ochenta, el caso es que siempre quedará como uno de esos «malditos» de la música cuya carrera, talentosa, no llegó a cimas más altas. Tampoco ayudaba el ritmo de vida de Willy que no estaba en los parámetros de la salud. En 1995 llegaría Loup Garou con una preciosa «Still (I Love You Still)» (aquí la interpretó también en castellano, lo que nos recuerda que también grabó «Cuéntame un cuento» en 1995 con Celtas Cortos… en fin, no decimos nada más) y, en 1996, Atlantic publicó una recopilación con lo mejor de sus años en el sello. Sería Love & Emotion: The Atlantic Years, que es el disco que nos ocupa, años como Mink DeVille que representan de lo más destacado de su trabajo, además de contar con interpretaciones de otros discos. El caso es que, tras esos años, la pista de DeVille se va haciendo más difusa aunque sigue publicando discos, cada vez más espaciados, hasta su último trabajo, Pistola (2008). Aguantando casi hasta el final, fallecería en 2009 debido a un cáncer de páncreas. Willy DeVille es un grande de la música popular, supo aunar diferentes sonidos y tradiciones, y creó grandes composiciones que no han perdido su vigencia. Abrió el camino para muchos otros y volvemos a sus canciones con este Love & Emotion en las que hay espacio para sus discos en Atlantic que fueron con Mink DeVille Coup de Grâce (1981) y Where Angels Fear to Tread (1983). Muchas de las canciones incluidas en esta recopilación también fueron las del Willy DeVille Live, lo que muestra cómo parte de su cancionero más conocido surge de esos dos discos.

Comienza con una versión instrumental en directo de «Harlem Nocturne», muy intensa con el saxofón como elemento destacado. Luego llega la maravilla que es «Love and Emotion» con ese tono Soul y esos vientos tan fantásticos, incorporando ya algunos toques latinos. «Demasiado corazón», una canción de Salsa que te lleva con la percusión y los vientos. Y «Each Word’s a Beat of My Heart» que es más crepuscular y más Rock. En «Around the Corner» vuelve a tirar de sonidos latinos, con guitarra española incluida. «River of Tears» no deja ese sonido latino pero le incorpora una perspectiva como más épica, ese sonido del acordeón, y cómo canta Willy DeVille. En «Lilly’s Daddy’s Cadillac» nos encontramos con una de sus cimas, una canción con unos vientos poderosos. También destaca su intensa versión del clásico «Stand By Me» de Ben E. King. Y sigue en esa línea con «Maybe Tomorrow», Rock y Soul combinados con ese saxofón que recuerda por unos momentos a Clarence Clemons y la E Street Band.

La segunda parte del disco se inicia con la muy de los cincuenta «Teardrops Must Fall», sonido clásico que muestra el respeto de DeVille por sus maestros, no en vano también colaboró con Doc Pomus. «She Was Made in Heaven» es más Rock pero no deja de lado su cadencia Soul y R&B, también aparece de nuevo la sombra de Springsteen. «End of the Line» recupera el toque latino pero con cuerdas incorporadas. Y en «So in Love Are We» es una canción Soul intensa y emocionante. «You Better Move On» es una versión de una canción de Arthur Alexander a la que incorpora un punto latino que le queda muy bien. El tramo final queda canciones grabadas en directo en el mítico CBGB’S de Nueva York en 1976, sonido crudo y directo que capta el ambiente primero con «Let Me Dream if I Want You (Amphetamine Blues)», un Rock & Roll poderoso, al que sigue el Reggae acompasado y pausado que es «Change It Comes». «Cadillac Moon» muestra algunas de las constantes del futuro sonido de DeVille y termina el disco con una versión del año de la publicación del disco, 1996, de «The Moonlight Let Me Down», Hammond y coros Soul para darle todavía más intensidad si cabe.

Willy DeVille fue un grande, un intérprete y compositor de primerísimo nivel que, lamentablemente, no tuvo el éxito que merecía. Sus canciones siguen sonando fascinantes décadas después y siempre es bueno volver a un artista mayúsculo. Impagable e irrepetible.

 

La Vil Canalla, «Surcando los bares»

Había ganas de escuchar el disco de debut de La Vil Canalla, la banda riojana de Rockabilly con Pelayo Último Tren como voz, guitarrista y principal compositor, Lorena Aguilar al contrabajo y Álvaro Cuartero como batería. Con el explícito título de Surcando los bares, supone un tratado de autenticidad tanto estilística como estética. Trece canciones que abordan desde el Rockabilly hasta el Rock & Roll de los años cincuenta y que también presentan incursiones en el Country y el Western, como bien nos contó el propio Pelayo en su visita a «La Cara B» del «Hoy por Hoy» de Radio Rioja – Cadena SER que dirige Jorge Gómez. Allí también surgieron sus influencias y su recorrido, que se refleja en este Surcando los bares que hace que no pares de mover los pies.

El comienzo es «Para correr», una canción que ya te conquista desde el minuto uno, muy Rockabilly con el contrabajo de Aguilar destacado. Más del Rock & Roll es «No se ve», contundente revisitación del tema  de la banda riojana Dr. Trotski. Vuelven al Rockbilly más canónico con «Falta de voluntad» y convence el toque Country de «Puñal en la espalda». «Qué quieres de mí» es una composición de Cuartero, que comienza de nuevo con el sonido Country aunque luego deriva hacia el Rockabilly muy de los años cincuenta. En «She Is My Girl» parecen estar rindiendo un homenaje al Elvis Presley más primigenio y «Aquí en la prisión» es una canción de Country – Western que es de las más destacadas del disco.

«Buscando la diversión» es una adaptación fantástica del conocido «Little Green Bag» de George Baker Selection que se popularizó en Reservoir Dogs de Quentin Tarantino. Las guitarras se hacen más «pesadas» en «Joder qué putada», otra canción de Cuartero, un Rock & Roll con una letra muy atractiva, mientras que con «La trampa de la vida» retornan a la senda del Rockabilly. La misma línea se mantiene en «She’ll Be at Home» y en «De cervezas» Pelayo y Lorena Aguilar ponen las voces para una canción que también es de las más relevantes del disco apostando por el Country – Western, que les queda muy bien. El cierre es para la fenomenal, divertida y autorreferencial «La Vil Canalla», toda una fiesta.

La Vil Canalla han realizado un disco que entra a la primera, un disco para disfrutar y bailar y que en directo tiene que ser una fiesta. Esperemos que, cuando pasé todo esto, podamos verlos.

«Nos vemos en el baño» de Lizzy Goodman

Nueva York, finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI, una serie de bandas comienzan a despuntar en Manhattan y ponen el Rock & Roll de nuevo en primera línea, especialmente gracias a The Strokes, lo que vendría a representar el último gran momento del Rock & Roll antes de su difuminación. Esa es la premisa de la que parte Lizzy Goodman, periodista y testigo de la época, para su voluminoso Nos vemos en el baño. Renacimiento y Rock and Roll en Nueva York, 2001-2011 (Neo Sounds), cuya traducción llega ahora a nuestras librerías. Siguiendo el modelo testimonial de otros libros sobre escenas musicales y dando la voz a sus protagonistas, por el mismo pasan decenas de músicos, periodistas, incipientes blogueros y blogueras de la época, gente de la industria musical, etc., para contar cómo fue esa escena que se generó en ese periodo, su influencia y su transformación en la segunda mitad del siglo XXI cuando se da el paso de Manhattan a Brooklyn y todo el proceso de hipsterización. Vaya por delante que el libro es atractivo en sí mismo y que Goodman lo traza de forma acertada, transmitiendo un movimiento o escena que consiguió posicionarse a la vanguardia del Rock & Roll pero que también tuvo una vida efímera y sobre la que tendríamos que valorar hasta qué punto tuvieron una trascendencia más allá de lo que entonces era el denominado «indie», además de tener que afrontar el cambio de modelo de negocio en la música con la irrupción de Internet.

La premisa de partida es cómo coincidieron en el Nueva York de finales del siglo XX y comienzos del XXI una serie de condiciones para que la creatividad volase y apareciese una nueva escena musical, a semejanza de la que se dio veinte años antes con Ramones, Blondie, Talking Heads, Television, Patti Smith, etc. Incluso, dentro de ese proceso también hay un momento de inflexión como es el 11-S en 2001. Pero realmente, desde el comienzo, te das cuenta que los mimbres de dicha escena, si es que podemos denominarla así, son reducidos y escasos. Vale que el comienzo con los olvidados Jonathan Fire*Eater tiene su punto pero la ascensión de The Strokes, que son lo verdaderos protagonistas del libro, se hace por momentos un tanto extensa. Junto a The Strokes, y el impacto que supuso su primer disco Is This It (2001), hay espacio para los otros hitos relevantes del momento como LCD Soundsystem, Interpol y Yeah Yeah Yeahs.

Y, de acuerdo, generaron unas expectativas que en gran medida no fueron alcanzadas, especialmente unos The Strokes que son justificados por la presión que sufrieron y por haber sido los primeros en llegar. También es interesante constatar cómo Goodman ahonda en las relaciones internas en los grupos: el culebrón en DFA y LCD Soundsystem, la personalidad de Karen O en Yeah Yeah Yeahs, o el desparrame de Interpol y de los propios The Strokes. Porque, lo que no falta en todo el libro es sexo y drogas (de ahí el título) con personajes muy tocados y desfasados, ese momento de Albert Hammond Jr. o un Ryan Adams que no aparece muy bien retratado, como tampoco la personalidad de un controlador James Murphy. Pero no hay que buscar ninguna interpretación en clave sociológica o política, no. Y es que en ese sentido dicha escena pues como que no funciona mucho. Sí, hedonismo y diversión toda, pero poco más, hecho que, como veremos al final del libro, alcanza su máxima expresión con Brooklyn y la gentrificación que ya había comenzado en Manhattan.

Una de los hechos más cuestionables del planteamiento de Goodman es la ampliación de la escena a bandas que no son de Nueva York pero que se vieron beneficiadas del éxito de The Strokes, y que son presentadas como deudoras del mismo. Por ahí pasan The White Stripes, Kings of Leon, The Killers e incluso Franz Ferdinand. Y también estaban por allí desde Ryan Adams a Moby. Aquí habría que profundizar más en la explicación de su inclusión, con independencia de que es una hipótesis que se puede valorar pero…Son interesantes los cambios que se van produciendo en la industria musical, el paso a Internet, la aparición de nuevos prescriptores (el caso de las blogueras es ilustrativo) y, en uno de los momentos más interesantes, el debate sobre al autenticidad a la hora de pasar a majors o aprovechar las oportunidades que ofrecía la industria. Y tampoco puede faltar, aunque de aquellas maneras, la variable del origen social de parte de sus protagonistas, clases acomodadas (Hammond y Casablancas de The Strokes como ejemplos más evidentes), y los argumentos empleados para justificarse, realmente no muy convincentes.

Los cambios en la industria y las dinámicas internas, así como el hecho de que no fuesen masivos, determina en parte su evolución, pero aquí hay que observar cómo Goodman liquida el tramo final del periodo (hasta 2011) rápidamente. Brooklyn adquiere el protagonismo de Manhattan pero la gentrificación y la hispterización será la corriente. El protagonismo para ese momento final es para unos Vampire Weekend que ya van de otro rollo, el eclecticismo es mayor y la sensación que deja es mucho más fría. De hecho, también es interesante observar la mirada de los protagonistas de la primera parte sobre la evolución de dicha escena, evolución de los que ellos son parte. En definitiva, un libro al que le sobran algunas páginas (¿daba para tanto?) y que nos plantea de nuevo sobre la tesitura de qué fue de la trascendencia del Rock & Roll. The Strokes no tenían la respuesta ni fueron sus salvadores, tampoco parece que lo intentaron (ni tenían por qué hacerlo).