«Pure McCartney» o el talento indiscutible

En la historia de la música popular, uno de los principales motores creativos es la combinación de una pareja de artistas de un nivel estratosférico. Lennon y McCartney y Jagger y Richards son los ejemplos que brillan a más altura, pero también cabrían aquí la formada por Morrissey y Johnny Marr en The Smiths o Gary Louris y Mark Olson en la etapa que compartieron en The Jayhawks. No son relaciones plácidas, al contrario, y las historias de desencuentros son recurrentes, además de que uno suele despertar mayores simpatías o reconocimientos que otro, dentro del ya logrado, aunque detrás de ello suele haber mucho mito y leyenda. Keith Richards es la esencia de los Rolling Stones mientras que Mick Jagger aparece como alguien más controlador. Y, en el caso que nos ocupa, McCartney siempre parece haber tenido que vivir a la sombra de un Lennon mitificado hasta límites insospechados. Incluso tenía a un tapado en la figura de George Harrison. Por lo que fuera, el caso es que al bueno de Paul McCartney se le ha etiquetado de forma menos favorable que a Lennon e incluso a Harrison. Puede que su imagen no fuese tan poderosa como la de Lennon, y este acumuló más capital simbólico, pero McCartney desarrolló una carrera muy incuestionable, con discos mejores y peores obviamente. Y es que son diecisiete discos en solitario a los que hay que sumar los siete con Wings, junto a otros trabajos más experimentales, The Fireman con Youth de Killing Joke, clásicos, etc., desde que The Beatles finalizaron su carrera allí por 1970. Muchos discos que también dejan la sensación de que pudo haber unos cuantos flojos. Buena parte de su carrera con su mujer Linda McCartney, fallecida en 1998, cosechando éxitos en las décadas de los setenta y ochenta especialmente. Allí están discos que son tan reconocibles como Ram (1971), Band on the Run (1973) con Wings, McCartney II (1980), Tug of War (1982), Pipes of Peace (1983) o Flowers in the Dirt (1989) en el que colaboró Elvis Costello. A partir de ese momento, la discografía de McCartney se va espaciando, desde 1993 con Off the Ground Egypt Station en 2018 publica ocho discos, dos de versiones mayoritariamente (Run Devil Run en 1999 y Kisses on the Bottom en 2012). En 1997 publicaría Flaming Pie producido por Jeff Lyne y George Martin y en 2005 Chaos and Creation in the Bacykyard contaría con la producción de Nigel Godrich, el de Radiohead. Su trabajo anterior a la recopilación que nos ocupa es New (2013), que tuvo buenas críticas, y luego llegaría el ya señalado Egypt Station.

Pure McCartney es una recopilación de 2016 que cuenta en la versión que vamos a comentar con treinta y nueve canciones. Un CD doble que se basa en los grandes años y discos de los setenta y de los ochenta, aunque hay espacio para algunas pinceladas de discos a partir de los noventa. Se quedan fuera discos como los señalados Flowers in the Dirt o el Off the Ground. Los discos no siguen un orden cronológico, se van mezclando las canciones, y te vas encontrando hits con sorpresas. Queda claro que el estilo de los setenta está muy definido con Wings, ese Pop que se expande hacia otros estilos que van del Rock al Folk, mientras que en los ochenta apuesta por un sonido más comercial si cabe. Son años de canciones que son parte también del imaginario colectivo como las colaboraciones con Michael Jackson, Stevie Wonder y otras que señalaremos. Otro de los aspectos que destacan de McCartney es que no parecía seguir los estilos o las modas imperantes, no le hacía falta ya que el era parte de The Beatles, y no hay muchas concesiones a sonidos que imperaban en un momento u otro, aunque no faltan las incursiones en la música Disco y otras aventuras. Por otra parte, creaba medios a través de los que canalizaba sus otras inquietudes, sean más experimentales y electrónicas o clásicas. Cierto que algunas de sus canciones no han envejecido del todo bien, son muy de la época, pero también creo que con McCartney se han dado ciertos prejuicios que lo situaban como la parte más comercial de The Beatles, que no resistía la comparación con la beatificación de Lennon, o también por su propia imagen, más alejada de una estrella del Rock. Ciertamente, estas cuestiones no se sostienen mucho. A gente como Paul McCartney parece que les marca su leyenda, y si eres un Beatle más, y compiten contra sí mismos. Pero es posible que la historia no haya sido muy justa en algunos momentos con un Paul McCartney que ha tenido la sombra de Lennon e incluso de Harrison detrás.

La recopilación cuenta con treinta y nueve canciones y tampoco sigue un orden cronológico exacto. Hay discos que no aparecen, como hemos señalado, y otros cuentan con varias canciones como Ram (3), Band on the Run (5) y Tug of War (3). También es interesante constatar cómo aparecen composiciones, que están muy bien como veremos, de la mayor parte de sus discos desde 1997 con Flaming Pie, que aporta dos canciones, así como de Chaos and Creation in the Backyard de 2005. Es como una especie también de reivindicación de sus trabajos que han contado con menos visibilidad. No faltan los grandes clásicos de McCartney, algunas de ellas deudoras de una época, como la maravillosa «No More Loney Nights» (de la que siempre recordaré aquel vídeo tan victoriano), «Pipes of Peace», «Ebany and Ivory» con Stevie Wonder, el «Say Say Say» con Michael Jackson. Y, por supuesto, «Maybe I’m Amazed», «Band on the Run», «Live and Let Die», que son algunas de esas canciones que nunca tampoco deben faltar.

Pero también nos permite refrescar la expansiva «Jet» con su tono de Power Pop o «Listen to What the Man Said» que es otra joya Pop de mediados de los setenta. Las influencias Funk se cuelan en una maravilla como es «Silly Love Songs» y la nostalgia se hace más presente en «Uncle Albert/Admiral Halsey». El Folk de «Another Day» nos lleva a «Elanor Rigby» y «Mrs Vandebilt» al tono festivo del Music Hill que también es una presencia habitual en su discografía. Recordaba la emoción del «Mull of Kintyre», esa canción Folk con las gaitas escocesas que van creciendo. La música Disco también aparece en una gran «Nineteen Hundred and Eighty Five». Por su parte, en «Arrow Through Me» se atisban unos vientos Soul. Son solo algunos ejemplos de canciones que siempre te van a sonar.

De los discos desde mediados de los noventa, el Pop épico de «The Song We Were Singing» (Flaming Pie) es una gozada, lo mismo que «The World Tonight» de ese mismo disco. Lo mismo que la electrónica «Sing the Changes» con Youth en The Firemen, aquí de 2008. «Save Us» es un tema rockero del New que demuestra la vitalidad de un McCartney en su última etapa. En «Too Much Rain» hace una grandísima canción de Pop orquestal con tono nostálgico, ya en Chaos and Creation in the Backyard, que me parece una de las grandes sorpresas del disco. En «Dance Tonight» del disco de 2007 Memory Almost Full demuestra que sigue siendo ecléctico y aquí retorna al Folk. Son algunas muestras de la capacidad de McCartney en unas décadas en las que no dejó de publicar.

Paul McCartney es uno de los más grandes, no hace falta que lo digamos. Como hemos señalado, seguramente su capital simbólico sea algo menor que el de algunos de sus compañeros de banda o de otros coetáneos, pero vaya colección de canciones que es capaz de reunir en este Pure McCartney. 

«Abbey Road», la última grabación de The Beatles

Curiosamente, en Los Restos del Concierto no hemos escrito nunca, o casi nunca, de The Beatles. Siempre les hemos tenido un enorme respeto y, la verdad, abrumaba enfrentarse a obras maestras que están comentadas, analizadas y diseccionadas, así que tampoco te lanzabas a recordar por ejemplo el aniversario del Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band (1967) hace un par de años, que genero una ingente cantidad de artículos y reseñas. The Beatles siempren han estado ahí, nunca dejarán de hacerlo. Sus canciones nos acompañan siempre, lo que hicieron no tienen parangón y su influencia sigue presente. Su historia, sus personalidades, su impacto, etc., han sido analizados y expuestos por activa y por pasiva. Y llega en este momento el cincuenta aniversario del penúltimo disco de estudio de la banda, último que grabaron, antes de su dolorosa separación. Abbey Road (1969) fue una de sus obras maestras, de tantas, cuando las relaciones entre John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr estaban ya rotas. Tirando de tópicos, fue «el canto del cisne» o el «vamos a hacerlo, una vez más», que dejó un disco de diez. Y es que The Beatles habían ido encadenando disco tras disco una cima. Si con el Sgt. Peppers habían revolucionado la música (más todavía), con The Beatles (The White Album) (1968) demostraron lo que eran capaces de avanzar, aunque en un entorno entre ellos cada vez más viciado, y con Abbey Road aportarían un último clásico. Antes, había habido tiempo para la banda sonora de Yellow Submarine (1969)un divertimento muy psicodélico del que nunca podremos olvidar ese vídeo de la canción que da título al disco, compuesto por Starr. Luego llegaría Let It Be (1970), un peldaño inferior a Abbey Road, pero esa es otra historia.

Lennon, McCartney, Harrison y Star regresaban con su productor de siempre, George Martin, ya que en las sesiones que darían lugar a Let it Be habían contado con Phil Spector. Abbey Road ya te gana desde la icónica portada, una de las más importantes de la Historia de la música popular. La fotografía de los cuatro Beatles en el paso de cebra de Abbey Road, en las afueras de los estudios EMI, fue tomada el 8 de agosto de 1969 por Iain Mcmillan y su composición, encuadre, disposición e incluso la vestimenta de los cuatro beattles dicen mucho. Caminan con paso firme, como si fuesen a algo de suma importancia, van decididos, no dudan. Lennon encabeza el grupo, de blanco totalmente, es el más decidido, tiene las manos en los bolsillos, va más erguido, desafiante incluso. Starr viste un traje negro sobrio, lleva corbata, su rostro de trasluce serio. McCartney va más desaliñado, va descalzo (lo que sirvió para alimentar aquella delirante teoría de que estaba muerto), lleva traje pero desabrochado y sin corbata, un cigarrillo en la mano y más relajado que sus antecesores. Y Harrison es el que viste de manera más informal, pantalón y camisa vaqueras, cierra el grupo con gesto también trascendente. Las fotografías interiores, que no pertenecen a la misma sesión, muestran a unos Beatles serios, en una de ellas se permiten sonreír, parece que les han pillado en un descanso, pero Harrison siempre muestra una imagen muy seria, incluso en alguna de las imágenes parece pensar «¿qué hago yo aquí?», y es que Harrison había tenido ya encontronazos por su lugar en la banda. No había mucho tiempo para más, The Beatles ya estaban en su tramo final.

Musicalmente, el disco es un clásico incontestable como hemos señalado. Están todas las señas de identidad de los de Liverpool, tiran de sus estilos y es un trabajo muy maduro. La segunda parte está compuesta por un fantástico medley de pequeñas canciones en su duración pero grandes en su calidad. McCartney aporta siete canciones, Lennon cinco (aunque en una de ellas aparecen también contribuciones de McCartney y Harrison), Harrison dos, Starr hace su contribución, y los cuatro comparten la autoría de «Carry That Wheight» mientras que los tres primeros realizan «Because». Como ya ocurría en el disco blanco, se notan las diferentes visiones musicales de la banda, hay un estilo propio en el que iban profundizando.

«Come Together» (Lennon) abre el disco. No se puede decir nada de este clásico, una canción oscura, anticipada a su tiempo, el sonido del bajo y la forma de cantar de Lennon, una canción muy rockera en la línea que seguiría Lennon en solitario. Hablar de «Something» (Harrison) es hacerlo de otra barbaridad, Harrison reclamaba más protagonismo en la composición y con «Something» daba una lección, una melodía inmensa, creciente y nostálgica, apoyada en la orquestación y la producción de George Martin. La mirada al pasado es para «Maxwell’s Silver Hammer» (McCartney), el Music Hall siempre había estado presente en algunas composiciones de la banda, y aquí McCartney crea un ritmo juguetón. Y en «Oh! Darling» (McCartney) tira de los orígenes del Rock & Roll a través de una intensa canción de Doo Wop, muy de los cincuenta y con una interpretación de McCartney soberbia. «Octopus’s Garden» (Starr) es el turno de Ringo Starr, una canción también juguetona y divertida, que también tiene el sabor añejo del Music Hall. Una de las canciones más conseguidas del disco (todas, pero esta no es tan conocida popularmente) es «I Want You (She’s so Heavy)» (Lennon), casi ocho minutos de una canción más compleja y con una clara influencia del Blues aunque en el tramo final de la canción también adopta un punto más progresivo, y es que Lennon estaba marcando en parte el terreno en el que se desenvolvería.

La segunda parte comienza con la otra gran barbaridad de Harrison, «Here Comes the Sun», deliciosa y optimista canción Pop muy influenciada por la luminosidad de los sonidos que venían de California y otros lugares. En «Because» (Lennon, McCartney, Harrison) cantan los tres compositores, es una canción minimalista, la música queda en un segundo plano frente a las armonías de sus voces. Y llega el turno del medley, ocho canciones que comienzan con la más larga, «You Never Give Me the Money» (McCartney) que dura cuatro minutos, nostálgica en su inicio, con esa forma de cantar de McCartney, solo acompañado por el piano, para dar paso a la exaltación y la festividad con claras influencias de nuevo del Music Hall. En «Sun King» (Lennon, en colaboración con McCartney y Harrison) retoman la línea armónica y melódica de «Because». «Mean Mr. Mustard» (Lennon) es más rockera  y «Mean Mr. Mustard» (Lennon) apuesta por unos sonidos más psicodélicos típicos de esos años. «She Came in Through the Bathroom Window» (McCartney) sorprende porque McCartney se transmuta en Lennon para crear una breve canción aguerrida y muy rockera. En «Golden Slumbers» (McCartney) retornan a la melancolía, McCartney se apunta a la pausa y va creciendo a medida que avanza el tema, destacando de nuevo la producción orquestal, con McCartney casi desgañitándose al final. En cuanto a «Carry the Wheight» , es una canción de los cuatro y tiene un tono festivo y de celebración, con los cuatro a los coros y con un punto melancólico por lo que se veía venir, el fin de la banda. Y es que «The End » (McCartney) es un cierre muy potente, la batería de Starr se impone, las guitarras son poderosas, pero el final es absolutamente melancólica. Y llega la canción escondida de McCartney, «Her Majesty», que interpreta él solo con su guitarra, veintitrés segundos que rezuman de fondo el toque del Music Hall.

Fue casi el punto final de The Beatles, al menos su última grabación. The Beatles habían quemado etapas a tal velocidad que nadie lo volvería a hacer de forma similar. No hay nada más que decir de ellos, sólo disfrutar de sus canciones y discos.

 

 

Hasta aquí hemos llegado o el último disco

Llega un momento en el que una banda decide separarse, un momento en el que se entona un ‘Hasta aquí hemos llegado’ y cada uno se va por su lado. A veces es algo que ocurre de forma sorprendente, no lo esperas, no se veía ningún conflicto o lucha de egos, aunque muchas veces ni se intuyen, o una caída drástica de calidad o inspiración (o de ventas y visibilidad, obviamente). Pero, otras veces, se ve venir, hay indicadores de que esa formación está a punto de finiquitarse. También ocurre que un disco puede no ser el último disco porque, milagro, años después, la banda vuelve a reunirse, por los motivos que sean. Un ejemplo interesante de este hecho, uno de tantos, pueden ser Blur, que publicaron en 2003 un Think Tank que mostraba una evolución de la formación hacia otros sonidos y en el que no participó Graham Coxon, salvo en un tema, en esos momentos fuera de la banda por conflictos con el resto de los integrantes. Aquel disco fue el último de Blur, también el más incomprendido, hasta que en 2015 regresaron con The Magic Whip. Aquí vamos a hablar de discos que fueron los últimos pero no incluimos recopilatorios ni directos, sino discos de estudio con material nuevo, aunque también hay algunas excepciones. Un recorrido por algunos de los discos finales de algunas de nuestras bandas favoritas y sus circunstancias.

El debatido último disco de The Beatles

La situación de The Beatles era bastante insostenible al final de su carrera pero, ¿qué queremos? En menos de una década habían revolucionado el mundo de la música y en 1967 habían dado un salto sin precedentes con Sgt. Pepper’s Lonely Heart Club Band. Con los egos por las nubes, con las riendas de la formación en manos de McCartney, Lennon a otra cosa y Harrison buscando su sitio, y con el bueno de Ringo Starr viéndolas venir, el escenario se acabó de romper en tres años. Pero The Beatles no pararían en ese periodo, primero en 1968 con el denominado álbum blanco, y luego cerrarían su historia con Abbey Road (1969) y Let it Be (1970). Precisamente, el debate se centra en que el primero fue grabado en último lugar mientras que Let it Be se hizo anteriormente bajo la producción de Phil Spector frente al fiel George Martin. De hecho, en 2003 saldría publicado un Let it Be…Naked sin la contribución de Spector. Si consideramos a Let it Be como último disco, lo fue el publicado, está un paso por debajo de Abbey Road, y aunque en ambos están las constantes de The Beatles, no cabe duda que son discos también con un poso nostálgico que muestran que ese ‘hasta aquí hemos llegado’ es un hecho. El final es para el ‘Get Back’ y esa icónica imagen en la azotea. Era el final y el resto es Historia.

Radio Futura sientan las bases…y lo dejan

Radio Futura eran una de las principales bandas de la España de los ochenta y comienzos de los noventa. Santiago Auserón, Luis Auserón y Enrique Sierra habían desarrollado una evolución impagable desde esos comienzos insertados en ‘la movida’ hasta sentar las bases de lo que sería el Rock & Roll en español, en el que mezclaban otros sonidos de carácter latino. Si en 1987 habían dado un salto con La canción de Juan Perro, en 1990 Veneno en la piel todavía les llevaría más allá con temas como ‘Corazón de tiza’ o el que daba título al disco, todos ellos ya clásicos de la música en español. Pero ese sería el último disco con canciones nuevas de Radio Futura. En 1992 publicarían un disco en el que remezclaban algunos de sus clásicos con sonidos más latinos y hacían alguna versión titulado Tierra para bailar y lo dejaban, quedando también la sensación de que no encajaban mucho en la industria. La decisión dejó a sus seguidores bastante desconsolados y unos años después Santiago Auserón llevaría más lejos su evolución como Juan Perro. Radio Futura es una de las bandas más importantes del Rock & Roll en español y su legado es permanente, aunque queda la duda de hasta dónde habrían llegado.

Héroes del Silencio, agotamiento y tensiones internas

Si desconsolados acabaron los fans de Radio Futura en 1992 ni os imagináis cómo vivieron los de Héroes del Silencio el final de la banda en 1996 tras una gira como la de Avalancha que les había dejado rotos. Además, Enrique Bunbury y el guitarrista Juan Valdivia tenían bastantes discrepancias sobre la evolución de la banda. La historia de los zaragozanos es de sobra conocida, así como las etapas que vivieron. Bunbury, Valdivia, Pedro Andreu y Joaquín Cardiel habían ido modelando un sonido épico que comenzó con esa oscuridad postpunk británica de los ochenta y se desplazo hacia los cánones del Rock norteamericano. En 1990 publicaron su punto más alto, Senderos de traición, y en 1993 no se salieron del camino con El espíritu del vino. Héroes del Silencio triunfaban en España y América Latina, además de en parte de Europa. Pero en su cuarto disco, Avalancha, había cambios que les acercaban a otros sonidos más endurecidos, con producción de Bob Ezrin, no en vano estábamos insertados en todas las influencias del Grunge y lo denominado ‘alternativo’. El disco era todavía más ‘pesado’, en el sentido de menos accesible, aunque creo que es uno de sus trabajos más conseguidos con temas como ‘Iberia sumergida’ o ‘La chispa adecuada’. Pero el final estaba muy cerca y en 1996 la banda salta por los aires. Bunbury seguiría experimentando hasta encontrar su lugar, sorprendió a propios y extraños con el electrónico Radical Sonora (1997), y la soñada reunión de Héroes del Silencio se produciría en 2007 para una exitosa gira y nada más, algo que siempre han dejado claro sus integrantes.

Habíamos conseguido lo más difícil: Los Rodríguez

Los Rodríguez, una de nuestras bandas favoritas, no lo tuvieron fácil. Tras haber quedado en un tercer o cuarto plano con sus primeros trabajos, en 1993 llegaría Sin documentos, al que le costó arrancar pero cuando lo hizo no pudo parar. Andrés Calamaro, Ariel Rot, Julián Infante, Germán Viella y el bajista Daniel Zamora llevaron también el Rock & Roll a terrenos más latinos y lo mezclaron con la rumba, la cumbia, el reggae, etc. El siguiente paso era complicado, un disco a la altura, y lo consiguieron en 1995 con Palabras más, palabras menos, donde volvían a demostrar que estaban en una racha tremenda desde ese comienzo tratando de reeditar el ‘Sin documentos’ con ‘Milonga del marinero y el capitán’ hasta temas que se convirtieron en protagonistas del verano del 95 como ‘Mucho mejor’, ‘Aquí no podemos hacerlo’, ‘Palabras más, palabras menos’, o mi favorita ‘Para no olvidar’, etc. Se fueron de gira con Joaquín Sabina y todo parecía ir en orden pero las desavenencias internas por cuestiones económicas y el objetivo de Calamaro de desarrollar una carrera propia dieron al traste con una formación maravillosa y única. Años después, Infante y Zamora fallecerían, Calamaro y Rot se reencontrarían e incluso girarían, y las canciones de Los Rodríguez siempre nos acompañan porque siguen manteniendo la frescura de su momento.

¿Una fórmula agotada? o el final de El Último de la Fila

Si antes hablábamos de bandas con seguidores desconsolados por su final, lo mismo o más les pasó en 1998 a los de El Último de la Fila. Manolo García y Quimi Portet habían logrado también un éxito que se hacía difícil de explicar, con esa mezcla de sonidos y esas letras. Pero ya desde Los Burros estaba claro que algo había. En 1988 Como la cabeza al sombrero les dio el salto que necesitaban, confirmado con Nuevo pequeño catálogo de seres y estares (1990). El Último de la Fila ya eran una de las bandas más importantes de España en aquellos años, llenaban en sus giras y sus canciones las cantábamos en los bares, aunque también tendrían sus numerosos detractores, acusándoles de que su sonido no variaba mucho. Astronomía razonable (1993) fue su último gran disco y en 1995 cerrarían su trayectoria con un menor La rebelión de los hombres rana, que tras haberlo escuchado estos días tras casi dos décadas sin hacerlo me sigue pareciendo poco conseguido, muy oscuro y con unas letras mucho más complejas todavía. Tras una triunfal gira, en 1998 El Último de la Fila se separarían pero Manolo García demostraría que la fórmula seguía funcionando con su carrera en solitario, especialmente su primer disco Arena en los bolsillos (1998), mientras Portet seguía en un discreto segundo plano con su carrera. Creo que buena parte de las canciones de El Último de la Fila no han envejecido tan bien como otras bandas y artistas de la época, pero también que merecían un mejor final que su último disco. Quién sabe, puede que algún día García y Portet decidan regresar como El Último de la Fila, seguro que habría cola para verlos.

Oasis o no podían acabar de otra manera 

Liam y Noel Gallagher, Noel y Liam Gallagher. Todo está escrito sobre ellos y Oasis, ese momento en el que la tensión entre ellos llega al final con el anuncio en agosto de 2009 por parte de Noel de que ya no aguantaba más a Liam, cancelando el concierto que tenían que dar en Paris tras una trifulca de campeonato. Oasis fueron una de las grandes bandas de los noventa, con dos discos históricos como Definitely Maybe (1994) y (What’s the Story) Morning Glory? (1995) que les otorgaron el suficiente capital simbólico para seguir durante más de una década. El en su momento denostado Be Here Now (1997) no era tan mal disco, aunque sí que el BritPop ya estaba superándose. Desde entonces, la calidad de los discos de Oasis iba cayendo aunque ellos lo seguían intentando. Dig Out Your Soul (2008) sería su último trabajo de estudio, un disco del que casi nadie se acuerda. Oasis no parece que hayan dicho su última palabra, tal y como funcionan las cosas en el mundo de la música que no nos sorprenda que en unos años vuelvan a juntarse, cosas más raras se han visto aunque no muchas.

Por lo menos habíamos dignificado el final o los últimos discos de REM

Pocas formaciones llevan la carga de REM, prácticamente haber generado un sonido ‘alternativo’ en los ochenta y dar el salto al mainstream, habiendo mantenido casi intacta su credibilidad. Pero tras la marcha de Bill Berry vinieron años de los que hemos hablado en ocasiones, con discos en los que Stipe, Mills y Buck parecían empeñados en acabar con esa credibilidad, discos que no se sostenían hasta que tocaron fondo con el insulso Around the Sun (2004). Claro que tenían decenas de temazos y que en directo seguían siendo tremendos, así los vimos en Zaragoza en 2005, pero sus discos no funcionaban, más allá de algunos temas donde demostraban que, si querían, sabían. Para el final de su carrera decidieron volver un poco a sus orígenes publicando el notable Accelerate (2008) y Collapse Into Now (2011), un peldaño inferior pero también interesante con las colaboraciones de su amiga Patti Smith, Lenny Kaye, Peaches y Eddie Vedder. Curiosamente, aunque ninguno de estos discos dieron lugar a singles conocidos o Hits, son dos trabajos más auténticos que algunos de los anteriores, y nos dejaron con un buen sabor de boca, aunque también iban haciendo caja publicando directos. Puede que REM regresen algún día, quién sabe, pero siempre serán incontestables.

La discreta retirada de The Black Crowes

Otros que parece que igual no hayan dicho su última palabra son The Black Crowes. Desde 2015, la banda de Georgia no está operativa aunque su último trabajo sea Before the Frost…Until the Freeze (2009), y las carreras en solitario o en sus nuevos proyectos de Chris y Rich Robinson tampoco parecen funcionar. Si los Gallagher se caracterizaron por una relación horrible, poco mejor fue la de los Robinson que también se embarcaban en discusiones, la última la que provocó la última disolución de la banda, aunque ya se habían producido otras anteriormente. Con cambios de formación continuas, los Robinson y compañía habían publicado Lions (2001) para caer en un largo letargo del que saldrían con el recomendable Warpaint (2008), que mantenía la esencia del Rock de The Black Crowes con ese toque de Rock sureño característico. Before the Frost…Until the Freeze sólo tardaría un año en llegar, un disco doble grabado en directo en el estudio de Levon Helm en Woodstock. Era también un buen trabajo pero los siguientes años The Black Crowes no publicarían ningún material nuevo, sólo una revisión acústica de sus mejores temas en 2010, lo cual es también un indicador, y se dedicarían a girar hasta el 2015, año de esa una nueva desavenencia entre Chris y Rich, no sabemos si la definitiva.

Bonus Track: The Spaghetti Incident de Guns N’ Roses

Sí, también hay espacio para nuestros queridos Guns N’ Roses en el ‘hasta aquí hemos llegado’, aunque aquí todo es más complicado y la última gira de la banda con la vuelta de Slash y Duff McKagan es un ejemplo. Incluso no descartemos que haya material nuevo en el futuro porque, con esta gente (y la pasta de por medio, obviamente), todo es posible. Pero The Spaghetti Incident lo hemos puesto aquí porque es el último disco de la segunda formación clásica de Guns N’ Roses, la que incluye a Matt Sorum y Gilby Clarke. Claro, que entonces tampoco lo sabían que iba a ser el final. En 1993, los Guns N’ Roses venían de la megalomanía llevada al exceso de la gira de los Use Your Illusion y de los vídeos con delfines (‘Estranged’ mediante). La deriva de Axl ya parecía un hecho pero tuvieron una genialidad en la publicación de este disco de versiones cuyo título hacía referencia a un enfrentamiento con su primer batería, Steven Adler que como recordaréis fue despachado de la formación por sobrepasarse en el consumo de determinadas sustancias, y que acabó con un plato de pasta de aquellas maneras entre Adler y Rose mientras discutían por cuestiones legales. El disco recogía temas de bandas y artistas que habían marcado a los Guns N’ Roses y recomendaban que se buscasen a los originales. Allí predominaba el Punk-Rock pero también el Doo-Woop de The Skyliners. The Damned, The Stooges, Misfits, The New York Dolls, Johnny Thunders, The Dead Boys, etc., además de T. Rex o Nazareth, entre otros, aparecían en un disco notable que se cerraba de forma oculta con una balada acústica de Charles Manson, ‘Look at Your Game, Girl’, lo que desató una nueva polémica, una más, en la historia de Guns N’ Roses. El resto es una historia que ya hemos contado.