En la que es su tercera referencia al margen de Radiohead (cuarta si tenemos en cuenta el proyecto «Atoms for Peace»), el bueno de Thom Yorke insiste en la deriva electro-experimental junto a su inseparable Nigel Godrich para entregar un trabajo que contiene los elementos justos y necesarios para templar unas emociones por momento angustiosas, pero que también cobijan resquicios de belleza. Inspirada en un futuro de tintes siniestros, la distopía que vertebra el disco insiste en algunas de las preocupaciones sociales que Yorke ha venido tratando tanto en sus discos en solitario como en los de su banda principal, además de en pesadillas y traumas personales que le acechan desde hace años. Algo más melódico que el «Tomorrow’s Modern Boxes» y menos ortodoxo que su debut «The Eraser», este puede ser su trabajo más cuajado. Apoyado en las percusiones de Joey Waronker (Atoms for Peace, Beck, REM) y de su compañero en Radiohead Philip Selway, también contiene esporádicos y discretos arreglos orquestales a cargo de la London Contemporary Orchestra. Los juegos y efectos vocales también tienen un papel importante en un trabajo que los teclados y sintetizadores se encargan principalmente de caracterizar con respecto a sus anteriores experiencias en solitario.
Así Traffic abre el disco con reminiscencias trip-hop y densidad electrónica para continuar con los juegos de voces y teclados de la menos melódica y más atmosférica Last I Heard (He Was Circling the Drain). La variedad percusiva y la intensidad en los teclados caracterizan Twist y Dawn Chorus emociona y relaja desde las aparentes sencillez y frialdad. I Am a Very Rude Person se acerca desde las voces y el groove, y Not the News destaca por su lograda rítmica electrónica en ascenso. Más cálida y ambient The Axe precede al bajo infeccioso y las suaves percusiones de la más bailable Impossible Knots antes de echar el cierre con unas suaves guitarras en la atmosférica Runawayaway.
Acompañado en su campaña de lanzamiento por un corto de quince minutos dirigido nada menos que por Paul Thomas Anderson, no está nada mal este nuevo trabajo de Yorke en el que se sumerge en una fructífera y sugerente atmósfera electrónica. Nueva cara de una trayectoria en solitario que va por su tercer y variado capítulo y que, más o menos agradable al oído de cada cual, sigue mostrándose inquieta y mayormente efectiva.