Y regresábamos una vez más Javier Castro y un servidor a Vitoria – Gasteiz a nuestro querido Azkena, uno de nuestros festivales favoritos, con el objetivo de saldar una vieja deuda, esta vez con Van Morrison. El Azkena es una de esas cosas que no cambian, el público es fiel, acuden en masas y los años pasan, pero allí están ellos y ellas. Parte de los fieles, que van teniendo hijos e hijas, no dudan en llevárselos allí para socializarlos en el Rock & Roll. No verás, sin embargo, mucha gente de 20 a 30 años, no nos vamos a engañar. De nuevo Azkena destaca por su organización, aunque esta vez nos sorprendió que tuviésemos que hacer una larga cola para entrar. Como nos comentó un buen amigo, habitual también de Azkena, esto pudo deberse a que Van Morrison, cabeza de cartel, estaba previsto para las 20:15. Este hecho nos impidió poder ver a los recomendables canadienses de The Sheepdogs, con su rock setentero y que sin duda alguna cosechó las alabanzas del público, por lo que oíamos desde la cola. Una vez dentro, tampoco teníamos mucho interés en las otras propuestas hasta que comenzase Van Morrison, lo que nos permitió coger una privilegiada posición en torno a la fila seis frente a ese escenario principal.
Una vez allí, íbamos esperando con las ganas de ver cómo saldría Van Morrison, es decir, si iba a ser más huraño de lo normal o no, o si iba a ir por el camino de los Hits más rockeros y souleros o bien por los más jazzísticos de sus últimos trabajos. La cosa se escoró hacia la segunda alternativa, como veremos. Pero, mientras esperábamos debajo del cartel de Tom Petty, esos fantásticos homenajes de Azkena a los integrantes del Rock & Roll que nos dejan cada año (Tom Petty, ¡lo que hubiésemos dado tantos y tantas por verte en Azkena!), las pantallas, como de tapadillo, confirmaban el primer nombre para el 21 y 22 de junio de 2019 y no era otro que Wilco, tremenda y maravillosa sorpresa.
Mientras comentábamos este hecho, Van Morrison iba a hacer acto de presencia en el escenario. Primero salieron sus seis músicos, una formación de guitarra, bajo, batería, teclista y trompeta, percusionista y corista que también hizo su aportación con la guitarra acústica. Los seis músicos aparecieron a toda velocidad para comenzar el ritual del anuncio de Van Morrison que a los pocos segundos, y con el saxofón, hizo acto de presencia ante la algarabía del personal. Ya desde el comienzo se observó que iba a ir intercalando éxitos con temas menos conocidos, y más jazzísticos, que iban a dejar al público más frío. Igual ese no era el mejor escenario para ese tipo de set list, pero el que tuvo retuvo. La banda, esforzados músicos a los que también era interesante observar no sólo por sus habilidades y destrezas sino porque ellos y ellas estaban al dictado de Van Morrison, el cual les iba cantando el set list, y se notaba que había cambios sobre previsto, funcionaba perfectamente y todos/as tuvieron sus momentos de lucimiento. Eso sí, al comienzo se notaba que algo no iba bien, Van Morrison no estaba cómodo, tosía, se daba la vuelta continuamente, pero fue recuperando el tono y gano fuerza el concierto. Incluso sonrío en una ocasión.
En cuanto al set list, pues nos quedamos con sus éxitos, algunos de ellos revisitados, como por ejemplo «Jackie Wilson Said» que lo hizo en una clave Swing que, personalmente, me dejó frío. «Moondance» estuvo muy bien, al igual que «Baby Please Don’t Go», primer gran momento de la tarde-noche. Como uno es muy fan de «Days Like These» pues encantado, y lo mismo con «Wild Night». También gustó el «Precious Time» y tiró del «Real Gone». Dejó para el tramo final un «Brown Eyed Girl» a la que le cambió el tempo, perdió, y, por supuesto, «Gloria», el momento más esperado de la noche con el público ahora sí que lanzado. Y mientras el ritual seguía, Van Morrison se despedía dejando a la banda un rato más con el final de uno de sus clásicos imperecederos, nosotros pensábamos que sí, que muy bien, pero que me hubiese gustado verlo en la segunda mitad de los noventa.
Nos quedamos unas horas más en Azkena, aunque ya cansados, y esperamos a la Chris Robinson Brotherhood, con el recuerdo de The Black Crowes en la memoria y sus dos Azkenas. Robinson y sus compañeros se desataron en una interminable jam session, cuando llegamos a Logroño seguramente Neal Casal seguía a lo suyo con la guitarra, que a mí me dejó fundido. Regresamos contentos de ver a Van Morrison e ilusionados con Wilco en 2019, y es que Azkena se mantiene fiel y nunca defrauda.