El tiempo se nos cae encima podríamos decir, la nostalgia es un poderoso mecanismo (y muy bien explotado, otra cuestión para el debate) y los discos que marcaron nuestra adolescencia y primera juventud van cumpliendo años. Algunos de ellos son icónicos de una época y de una generación, aunque los cambios acaecidos en la industria musical (y en el conjunto de la sociedad) supongo que provocarán que estas efemérides tengan fecha de caducidad porque, a partir de la segunda mitad de la década de los noventa, todo se vuelve más fragmentario. También es cierto que estas ‘celebraciones’ vienen acompañadas en ocasiones de reediciones que tocan la fibra sensible (y el bolsillo) de la gente que vivió esos momentos. Y no recuerdo hace veinte o veinticinco años que alguien se acordase del aniversario de tal o cual disco, obviamente Internet era algo limitadísimo, las Redes Sociales sonaban a Ciencia Ficción, etc. Pero nosotros, que no nos queremos dejar llevar por la nostalgia, vamos a recordar el disco Ten de Pearl Jam en su veinticinco aniversario, ni más ni menos. Los que nos sigan y nos lean ya saben de sobra que Pearl Jam está entre nuestras bandas de cabecera, la mía sin lugar a la discusión, y que es recurrente escribir sobre ellos. Mientras esperamos novedades discográficas o que regresen a España, no somos optimistas en ningún caso, se habla del vigésimo quinto aniversario de un disco capital de la historia de la música en general, no sólo de los comienzos de los noventa, y sé que sonará a exageración para mucha gente.
Que el éxito de Pearl Jam bebe directamente del impacto del Nevermind (1991) de Nirvana es obvio. Por mucho que se contaba con talento y con muchísimo trabajo detrás, no cabe duda que sin aquello nada hubiese sido lo mismo. Pearl Jam se lo habían currado y mucho. Stone Gossard y Jeff Ament venían de Green River primero (donde estaba Mark Arm que luego formaría Mudhoney) y posteriormente de Mother Love Bone, la gran oportunidad que tuvieron pero que se truncó con el triste fallecimiento de Andrew Wood en 1990, aunque puede que su sonido no se ajustase tanto a lo que vendría después. Mike McCready no había sobresalido tanto pero tenía prestigio. Y la historia de la incorporación de Eddie Vedder es muy conocida con todo el tema aquel del envío de las casetes entre Seattle y California. Y luego estaba el tema del batería, el primigenio fue Dave Krusen, que grabó Ten, siendo sustituido al finalizarlo por Dave Abbruzzese, que fue expulsado de la banda en 1994. Por lo tanto, sus integrantes ya llevaban un bagaje detrás, estaban en torno a los veinticinco años y parecía como el último tren, especialmente para Ament y Gossard. Ese inicial Mooky Blaylock de 1990, nombre que pronto tuvieron que cambiar por Pearl Jam, dio con la tecla subiendo a la corriente que había iniciado Nirvana, con los que se señaló que había una enemistad, más potenciada por Cobain en entrevistas. Si Nirvana era la pureza y lo auténtico, Pearl Jam eran presentados por parte de la prensa especializada como un producto de las multinacionales (Ten ya fue grabado para Epic por los que ficharon en 1990) y con un Rock & Roll más de estadio. Además, también el sonido era diferente, Pearl Jam bebían del Rock más clásico, con reminiscencias a The Who y a los sonidos más endurecidos de Neil Young, en parte de sus canciones no se apreciaba la urgencia de Nirvana. Además, Vedder le aportaba otra intensidad, que también fue criticada en su momento, pero que sin duda se convirtió en una de las señas de identidad del sonido de Pearl Jam.
También hay que destacar el éxito de Temple of the Dog, el proyecto de homenaje a Andrew Wood con Chris Cornell y Matt Cameron en 1991, lo que les colocó en un escenario favorable. Ten es un disco bestial, no tiene desperdicio, y eso que Vedder criticó abiertamente la producción de Rick Parashar por demasiado comercial, ofreciendo una versión más en bruto en la reedición de 2009. Claro que, lo que había allí eran canciones impresionantes. Vale, nos quedamos con ‘Black’, sin palabras y una de las letras más tremendas de Vedder. Y luego habría que señalar ‘Even Flow’, ‘Porch’, ‘Alive’, ‘Once’, ‘Why Go’, ‘Jeremy’, ‘Release’, ‘Oceans’, ‘Deep’ y ‘Garden’…¡todas! Y faltaba una de las mejores canciones de Pearl Jam, ‘State of Love and Trust’ en la banda sonora de Singles (1992). Además, sus directos eran tremendos, Vedder era una bestia en el escenario y el controvertido vídeo de ‘Jeremy’ les dio más popularidad en la MTV, aunque tras esa experiencia se alejarían muchísimos años de ese tipo de promoción.
Lo siguiente fue un no parar. Con Vs (1993) mantuvieron el altísimo nivel del debut y con Vitalogy (1994) pasaron a otra división. Cobain se había suicidado, el Grunge pasaba de moda, mientras que Pearl Jam ganaban legitimidad y su activismo crecía. Además de romper con los canales de promoción, fundamentalmente los ya comentados vídeos, se enfrentaron a Ticketmaster, y demostraron que no eran un producto discográfico para ganar la ola de la nueva corriente, al contrario. Al final, Pearl Jam ha sobrevivido a todos los demás. 2016 también celebra el vigésimo aniversario de No Code, cuarto disco de la banda que supuso un punto de inflexión, en el que fueron moldeando su sonido y avanzando en otras direcciones. Claro que no se podía mantener el nivel, y muchos fans no supimos ver lo que ofrecía ese disco aunque posteriormente sí, pero mostró su personalidad ya que evitaron ir a lo fácil con un trabajo que no era lo esperado. Vale, vale, no volvieron ya a ser los mismos, y tras Yield (1998), sus discos han sido menores en comparación con los tres primeros (¡¿cómo podrían ser de otra manera?!), pero son Pearl Jam y, como dice Toni Castarnado, la última gran banda de Rock & Roll.